Poeta y basura

a

“En el jardín hay un cerezo dormido, pero parece muerto. Este otoño comenzó a sentirse apático, y la dejadez se apoderó de su espíritu. La vida, cansada de verle abúlico y desastrado, decidió que lo mejor sería que se tomaran un tiempo para reflexionar sobre su relación, y se marchó de vacaciones, dejándole en un estado de abatimiento que hizo que se fuera consumiendo poco a poco hasta que acabó por convertirse en lo que es ahora: el aletargado esqueleto de un cerezo; una osamenta de madera clavada al suelo, que solo espera que regrese la vida”.

viernes, 31 de diciembre de 2010

De instintos y destino

Instintos, corazonadas, impulsos, pálpitos y destino. La naturaleza del tiempo y sus agujas. Me lleva pasando toda la vida pero, percatándome de ello, hará un par de años. Con esta entrada pondré de manifiesto mi posición ante la pantanosa ciénaga por la que nuestros pies caminan.

Todos, en ciertas situaciones, desconociendo cómo, sentimos cómo algo dentro se desgarra empujándonos a una acción, exenta de razón alguna, desmotivada, pero nos sospechamos acertados. Ese impulso se convierte en un fuego arduamente vencible y, de repente, sucumbimos ante él. ¡Claro! ¿Por qué no? Personalmente, me encanta cerrar los ojos a una sociedad enferma por el materialismo y las formalidades y liberar al orangután que llevo dentro. Dar de espaldas a lo políticamente correcto, a traspasar las barreras de lo considerado anormal. Si quiero algo, lo hago. Si pienso algo, lo digo. Si siento la necesidad de eructar y peerme a los cuatro vientos, más a gusto que me quedo. Pero no sólo me refiero a ser como uno es ni al carácter humano. No. El punto importante es el por qué de la abrasadora fogata que nos pincha en el culete hasta hacer algo, carente de fundamento y argumento alguno. Pues, desde mi humilde parecer, estimo que si nos sentimos llamados a hacer algo es porque el destino (llamadlo férreo suceder, Dios, Buda, neandertalismo, conjurado acontecer, Cervantes o SGAE) así lo ha escrito. No somos más que líneas ya redactadas de un largo tratado llamado Humanidad. Resulta curioso que las cosas ocurran en determinados momentos. Demasiado curioso. Tanto, que no puede simplemente nacer de la curiosidad. Cuando me adentro en noches de humo, me divierto preguntando a desconocidos aparentemente superficiales “Oye tú, ¿casualidad o destino?”. Hablando de todo esto en el Bareto con el amigo Setas y Triple R, amamantamos la conclusión de que, estadísticamente, la probabilidad/posibilidad de que ocurran determinadas cosas es ínfima, tan desesperanzadora como que Zapatero dé buenas noticias. Estar ahí sentados ha sido un cúmulo de circunstancias, un, como yo lo llamo, baile de variables. Nuestras vidas están regidas por una suerte de inexactitudes que apenas logramos a concebir. Si aceptamos que la vida humana se rige por la razón, la posibilidad de vivir queda destruida. Un ejemplo: en primer lugar, somos hijos del orgasmo y, a ello, se le suman todas las variables que jugaron en la vida de nuestros progenitores; en segundo, para estar ahí hemos tenido que nacer en fechas cercanas, en decidir estudiar en Madrid, en ese Colegio Mayor, en pasar por novatadas para conocernos pero, sobre todo, en caernos bien y, tercero, millones de cosas como las acciones de antepasados lejanos, las guerras, los accidentes, las enfermedades, el dinero, el trabajo, los viajes, las experiencias, los gustos, las circunstancias de persona/tiempo/lugar y así millones de cosas que interceden hasta parir el producto: nosotros sentados en un bar barato. ¡Ah! Y que Antonio montase el Santa Elena cerquita de Ciudad Universitaria, por supuesto.

¿Por qué yo?
¿Por qué tú?
¿Por qué tú y yo ahora?
¿Por qué de repente cuesta tanto poder respirar?
Mareado, no ceso de dar vueltas en un cabaret lucífugo.

Decía Óscar Wilde en El retrato de Dorian Gray: “Porque el fin de la vida es el desarrollo personal para alcanzar plenamente la naturaleza de uno mismo. Para eso estamos aquí. Una persona debería vivir exteriormente su vida. Dar forma a todo sentimiento. Expresión a todo pensamiento. Realidad a todo sueño. Todo impulso que reprimimos anida en la mente envenenándonos. Sólo hay un modo de vencer la tentación: cediendo ante ella. Resístala y el alma enfermará con el ansia de las cosas que a sí misma se ha prohibido. No hay nada que pueda sanar el alma sino los sentidos. Del mismo modo que nada puede sanar los sentidos sino el alma”.


Efectivamente Señor Mayer, efectivamente.
*Recomendado para Igor, Steppenwolf y Leamsi

Nítsuga Sotso Anibor

(© Todos los derechos reservados)

martes, 21 de diciembre de 2010

Cabaret místico

Yo soy inmortal, sencillamente porque la muerte es sólo un concepto. Nada desaparece, todo cambia. Si acepto mis incesantes transformaciones, entro en la eternidad. Yo soy infinito porque mi cuerpo, mascarón de proa del universo, no termina en mi piel: se extiende sin límites. Yo lo sé todo porque no sólo soy mi intelecto sino también mi inconsciente, formado por la energía oscura que sostiene a los mundos, no soy sólo las diez células cerebrales que empleo cotidianamente, sino también los millones de neuronas que forman mi cerebro. Soy omnipotente cuando ceso de encerrarme como individuo y me identifico con la humanidad entera. Soy omnipresente porque, junto con todos los otros seres, formo parte de la unidad: lo que sucede, aunque sea en el lugar más lejano, me sucede. Soy increado porque antes de ser un organismo fui materia ígnea, antimateria, energía, vacuidad. Mi carne está formada por residuos de estrellas que tienen millones de años. Estoy en el cielo porque mi tierra es un navío que recorre un universo que a su vez recorre incontables otras dimensiones. Soy perfecto porque he domado mis egos haciendo que se unan a la perfección del cosmos. Yo soy todo porque soy al mismo tiempo yo y los otros.
Alejandro Jodorowski - Cabaret místico

sábado, 18 de diciembre de 2010

Solo el poeta puede hablar de poesía

Está ahí fuera: búscala.
Materialízala con palabras
hallando el mecanismo relojero
que se encuentra en lo más hondo de tu ser.

Yo veo poesía todos los días:
en calles, en metros, en prisas,
en amaneceres, en atardeceres, de noche,
en cielos claros y oscuros, en vientos iracundos o pacíficas brisas,
en amores y odios, en derrotas y esperanzas,
en pobreza, frío y sonrisas,
en humos, en claxons de coches.

Está ahí: cógela.
Tan efímero es el instante
que si a fuego no lo grabas
errante volará hasta otro poeta infeliz
(quién sospecha cuántos años pasarán
hasta que la imagen de la que se es testigo
sea pintada a besos en versos otros).

Con asombrosa celeridad transcurre
el mágico momento
en el que el uno se siente llamado a escribir.
Nítsuga Sotso Anibor

(© Todos los derechos reservados)

jueves, 9 de diciembre de 2010

El expreso de medianoche

Es curioso cómo un poeta puede llegar a cogerle cariño a escritos que, aunque para otros puedan resultar indiferentes, si han sido arracandos del pecho en determinadas situaciones acaban encerrando un encanto que los hace únicos. Pues bien, los versos que a continuación comparto los escribí la noche del miércoles 10 de noviembre en un tren nocturno de la antigua U.R.S.S. procedente de San Petersburgo con destino a Moscú. Fue una situación muy extraña pero una buena experiencia porque me sentí abrazado en la Madre Rusia y sonreído por el destino. No lo digo gratuitamente: esa noche hubo partido entre el Dínamo moscovita y el Zenit local y la estación se encontraba plagada de enaltecidos hooligans por doquier (es preciso señalar que un español medio morenito, a sus ojos, es un caucásico en toda regla Y LOS ODIAN). Pues bien, había una chica rusa que no paraba de mirarme y me hacía sentir bastante incómodo y he aquí la historia. Si consigo que, al leer, imágenes situacionales se precipiten contra vuestra imaginación, habré logrado mi objetivo.

Bebe té y me mira.

La ciudad a lo lejos y,
en medio de la oscuridad,
da forma a los marchitos campos
el agónico rechinar del ferrocarril
que a las gélidas vías mastica.

Bebe té y me mira. Dubitativa.

Más que lo rancio de las sábanas
es por mi piel canela recelo lo que huelo.
Afuera: la vida. Cruel. Compañera. Impía.
Retumban en mis oídos los gritos de la tierra estriada:
gime y llora, moribunda.

Bebe té y me mira.
Humedece sus labios y el mío rostro escruta.

El expreso se abre paso
por los predios expropiados de algún bolchevique quejica
que sin estepas se ha quedado.

A repensados sorbos, bebe té y me mira.

El tren atraviesa sombras que se ciernen
sobre un todo insondable e infinito,
acuchillando fielmente como acostumbra
la negrura impuesta por un sol maldito.

Bebe té y me mira, inquieta.

Cae el silencio y el ronquido de los gordos
hacen que en las penumbras del vagón
las tenues luces titilen.

Bebe té y me mira, sin pausa.

En las ventanas, macabro sonríe el frío,
consciente de que el día que como él estemos se ha escrito ya.
Pues no se ven estrellas, mamá:
un ejército de nubes las flanquea.

Termina su té y pregunta:
- ¿Eres español?
- ¿Yo? Oriundo de Llerena.
Nítsuga Sotso Anibor

(© Todos los derechos reservados)

martes, 7 de diciembre de 2010

Nüremberg: ¿vencedores o vencidos?

El juicio de Nüremberg: ¿vencedores o vencidos? Volviendo en el avión, tras un gélido fin de semana en Hamburgo, vi este filme de 1961 dirigido por Stanley Kramer y protagonizada por Spencer Tracy. Señores: tres horas de película que dan qué pensar. Sí, sí, ya sé que estaréis pensando que vaya tostón pero, sin embargo, el autor nos mantiene en vilo con un guión brillante, exento y carente de términos jurídicos en demasía, pues eso conllevaría a la confusión del que los desconoce. En mi humilde opinión de cinéfilo empedernido, refleja muy bien los años posteriores al fin de la guerra, cuando aún quedan cuentas pendientes. Tras el suicidio o muerte de los máximos dirigentes, quedan jueces, doctores y muchos más por pasar a manos de la justicia. En este caso, son cuatro magistrados los que se enfrentan a la siempre e incondicional ciega de báscula en mano. Mediante los candentes diálogos entre la defensa y la acusación, el espectador se concibe a sí mismo como público de la vista oral, surgiendo en su cabeza contradicciones debidas a los argumentos que arguyen cada uno: ¿actuaban en sus decisiones por obligación o sádicamente formaron parte del holocausto? ¿Estaban sus actos justificados o eran conocedores de las consecuencias de sus sentencias y lo que en los campos de exterminio ocurría? Resulta sorprendente cómo el director consigue plantear dudas según desde el punto de vista que se mire.
Nítsuga Sotso Anibor

jueves, 2 de diciembre de 2010

Papel secante

Y volvemos a las andadas. Hacía tiempo que no publicaba nada acerca de mi grupo favorito: Extremoduro. Y, de repente, estudiando un examen de Hacienda Pública a las 6 de la mañana se me vino esta canción a la cabeza. No solo me trae muy buenos recuerdos sino que también es una pieza curiosa. Al principio, se adentra en un halo de misterio, pasando más tarde al rock del bueno para luego terminar con, a mi parecer, un dulce final. Es lo que me gusta tanto de las letras de Robe, que pueden parecer simples pero entrañan más significado del que a priori se pueda escrutar. En mi opinión, no hay nada más maestro como llevar al lector a un sitio muy hondo con pocas palabras, es decir, es como ser arrastrado hasta el fondo del mar con una piedrecita atada al pantalón. Guten Apetit.

Atraviesa ya
la cortina gris;
deja de pensar,
nunca estás aquí.

Encuéntrame al salir de tus juegos de azar,
empiézate a reír y dame de fumar;
y en mi corazón no busques nunca una razón:
sólo sé vivir siempre fuera de control.

Y acompáñame si quieres hacer que me sienta bien
y ponte del revés si quieres hacer que te sienta bien.

Me sube y me siento encima de las nubes,
me cuentan que tienen ganas de tormenta,
qué importa si las noches se nos hacen cortas,
me mira y hasta las palabras se me olvidan.

Y cuando sale, el Sol empieza a bailar;
y cuando ríe, el mundo entero me da igual.

Y al despertar se acabó la primavera,
y al día siguiente la cabeza no deja de girar.
Repetiremos un sábado cualquiera,
nos hablarán las estrellas en cualquier lugar.
Roberto Iniesta

lunes, 29 de noviembre de 2010

Arden favelas

Arden por Río favelas
que cabalgan lomas y laderas ignorantes de justicia.
Desde abajo se alzan magnánimas, voluptuosas: reinas de montañas.

Amedrantan en silencio al que a ellas no pertenece;
combaten fielmente súbditos que la habitan.
- Preparaos, ¡ya vienen!

Ordenan los narcos a sus narcóticas huestes.
Hasta los dientes, estos artistas con agujeritos decoran paredes,
dejando huella ellos: huracanes, tropas de élite.

¿Quién llamó al B.O.P.E.?
Esos no se andan con chiquitas.
Bandido yo; bandido tú. No se aprecian diferencias.

Guerra de guerrillas
en que sin trincheras se lucha pero que con cuerpo a tierra echado
desde techos se camuflan.
Familias enteras que paupérrimas se tronchan;
miedo propagado dentro de armarios cuentan la realidad.

- Mamá, que esto acabe quiero.

¿Y ese olor a putrefacto?
Son los muertos de Vila Cruzeiro.
Nítsuga Sotso Anibor

domingo, 28 de noviembre de 2010

La soledad

Le fui a quitar el hilo rojo que tenía sobre el hombro, como una culebrita. Sonrió y puso la mano para recogerlo de la mía. Muchas gracias, me dijo, muy amable, de dónde es usted. Y comenzamos una conversación entretenida, llena de vericuetos y anécdotas exóticas, porque los dos habíamos viajado y sufrido mucho. Me despedí al rato, prometiendo saludarle la próxima vez que le viera, y si se terciaba tomarnos un café mientras continuábamos charlando. No sé qué me movió a volver la cabeza, tan sólo unos pasos más allá. Se estaba colocando de nuevo, cuidadosamente, el hilo rojo sobre el hombro, sin duda para intentar capturar otra víctima que llenara durante unos minutos el amplio pozo de su soledad.

Pedro de Miguel

viernes, 19 de noviembre de 2010

¿Es nuestra realidad la verdadera?

A colación con el tema expuesto ayer en clase y tras reparar seriamente en ello, he alcanzado la conclusión de que cualquier mortal con un ápice de inquietud existencialista no se habrá quedado indiferente ante la caja de pandora que destapamos. El pensamiento posmodernista desasosiega el sosiego: la realidad existe pero no la conocemos, siendo matizada por nuestra mente; sabemos que esto es así y aquello asá porque nos lo han dicho; vivimos sobre construcciones previas, un entramado de imposibles ecuaciones matemáticas que conforman el mundo tal y como lo percibimos. Quizá sea ésta una de las razones que dotan de estabilidad a la sociedad pero, ¿acaso no representa un férreo límite a la libre expansión de los instintos, de la imaginación, del espíritu? Sin embargo, tras repasar las afiladas máximas de esta corriente, la inseguridad en la que se ve inmerso el individuo es de tal magnitud que, al menos a un servidor, levanta dolor de cabeza. Nos hallamos en la más pantanosa de las ciénagas y, al menor descuido, podríamos vernos con barro hasta al cuello. Los que interpretan la realidad a su manera suelen ser tachados de locos mas, ¿cómo tan seguros nosotros de que es la nuestra la verdadera? ¿En qué momento prestamos consentimiento tácito, que luego nos conduce a la aceptación de ella y negación de las demás? ¡Neo, sálvanos!

Todo tiene cabida dentro del Postmodernismo, demasiada cabida, y, por ello, pregunto al aire, ¿qué pensáis vosotros?

Para finalizar, entre Radiohead y el tema tratado, las musas fueron arrastradas a mi madriguera, donde vomité los siguientes versos que a continuación comparto:

He muerto tantas veces
que los charcos se embeben de mi sombra los vestigios.

He creído vivir tantas veces
que de ilusión agonicé.

He crecido creyendo realidades con reglas ya dictadas.
He reído reconfigurándolas como un hidalgo en campos de la Mancha.

He sabido que la razón está desprestigiada,
que las verdades absolutas ya no andan por aquí.

Tantas veces he oído historias increíbles sobre lo que un día creí,
que ahora creo ser un creyente seguro de nada.
Nítsuga Sotso Anibor

martes, 16 de noviembre de 2010

San Petersburgo

English versión

To Elizaveta Ivanova

Being rocked by Neva’ stream
that, from below, the North Venice showed me;

wrecking on Vasilevsky Island
and, lost, waking up with the perpetual fire heat
of the second Rostral column
that the drops of my wet clothes extinguished;

stepping on the marshy swamp where, proud, Peter the Great walked;

wandering aimlessly through insurgents palaces which, by the hand of men,
like sleepwalkers have been erected;

breathing the same air that the angry Pushkin retained
when he fought a duel;

feeling the indifference to life and death inside of me ripping up
watching malformed fetuses -ignorant of the punishment-
diving in formalin in the Kunstkammer;

dreaming with the slides, whirlpools and colors of the Spilled Blood Church
in which turrets I would get down with gnawing sheets;

fleeing, by instinct, the hundreds of dragons that, with breath gaseous nebulae,
challenge the tears, the cold, the wind;

taking notice of the cruelty of winter erosion
who, puffing on ferrous locks, froze the Love;

sailing in the raging wrinkles of the old woman who, in the Ulitsa Labutina,

patient, never complained of scrutinizing
heaven after heaven waiting suns that, unfortunately, did not ever arrive;

smelling the street beggar number forty-six that around the Nevsky Prospekt
drags along all his misery:
exchanging lean faces,
enrolling in his cracked palms,
running through the ideas that he gave me,
jumping in his gray hair and entangling in his beard,
going with him, although he did not know, a road stretch and listening and learning and reveling stories about what he on the streets had lived;

bumping against Gogol's nose that, chill, in the Hermitage has hidden
behind the Madonna Litta of the Florentine master;

imagining me Tsar;

realizing in this, in that and in those,
evaporating I fainted when I understood that the City will never be mine.

 



Versión española

A Elivazeta Ivanova

Al ser mecido por la corriente del Neva
que, desde abajo, la Venecia del norte me enseñó;

al en la Isla Vasilevski naufragar
y perdido despertarme al calor del perpetuo fuego
de la segunda Columna Rostral
que las gotas de mis mojadas ropas extinguieron;

al pisar las pantanosas ciénagas por donde orgulloso paseaba Pedro el Grande;

al errar sin rumbo a través de insurgentes palacios que, por la mano del hombre,
sonámbulos se han erigido;

al respirar el mismo aire que el iracundo Pushkin retuvo
cuando en duelo se batió;

al sentir cómo la indiferencia hacia vida o muerte dentro de mí se desgarraba
contemplando malformados fetos -ignorantes del castigo-
buceando en formol en el Kunstkammer;

al soñar por los toboganes, torbellinos y colores
de la Iglesia de la Sangre Derramada,
por cuyas torretas querría descolgarme con roídas sábanas;

al huir por instinto de los cientos de dragones
que con nebulosas de gaseiforme aliento
desafían al llanto, al frío, al viento;

al percatarme de la erosiva crueldad del invierno,
que, resoplando sobre candados férreos, amores congeló;

al surcar por las embravecidas arrugas de la vieja que en la Ulitsa Labutina
nunca se quejó de paciente escrutar
cielos tras cielos aguardando soles que infelizmente no llegaron;

al oler al ambulante mendigo número cuarenta y seis
que por todo el Nevskiy Prospekt su miseria arrastra:
al intercambiar enjutos rostros,
al enrolarme en sus agrietadas palmas,
al pulular por las ideas que me mostró,
al saltar por sus canas y enredarme entre su poblada barba,
al, aunque él no lo sepa, acompañarle un trecho del camino y escuchar y aprender y
deleitarme con historietas sobre lo que en las calles ha vivido;

al toparme con la nariz de Gogol que, resfriada, en el Ermitage se ha escondido
tras la Madonna Litta del maestro florentino;

al imaginarme zar;

al reparar en esto, eso y aquello,
evaporándome me desvanecí al comprender que la ciudad jamás será mía.

Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados

sábado, 6 de noviembre de 2010

De John Doe y sus reyertas con la lluvia (microcuento)

John Doe caminaba sin norte en una dura madrugada de cualquier primavera en extravío. Cabizbajo, miraba el mecanizado movimiento de sus pies. John, silente. Ellos se movían porque querían; el destino era lo de menos. De repente, el tormento contra el que luchaba se exteriorizó: gritó, maldijo, pateó y sacó su más profundo ánimo asesino.

El cielo apagado le castigó con lluvia. Incesante lluvia. John, abrasándose por dentro y mojado por fuera, arruga la mirada, ahora enjuta, desafiando a las miles de gotas en hileras que contra el vacío (su vacío) se precipitan:

- Algún día me lo pagaréis, ¡malditas! – amenazó alzando el puño prieto.
a
¿Cómo podían ser tan crueles? Azotar sin compasión rostros de inocentes y culpables, sin distinción alguna.
Nítsuga Sotso Anibor - Microcuento 2

viernes, 5 de noviembre de 2010

Salud, Mariposa

Salud, Mariposa. El bosque es demasiado oscuro y profundo; pero tengo promesas que cumplir y mucho que viajar antes de poder dormir. ¿Me oíste, Mariposa? Mucho que viajar antes de poder dormir.

Versión original (gracias a Igor):

The woods are lovely, dark and deep,
but I have promises to keep,
And miles to go before I sleep,
and miles to go before I sleep.
Death Proof/Robert Frost

lunes, 1 de noviembre de 2010

Ígnea (microcuento)

Aquella noche en la que el cielo tenía cara de conejo, Ígnea, llama de la tercera hoguera del Bosque Esperpento, valsaba en el baile de la muestra de talentos. La desosegada brisa, resoplaba; los expectantes y vetustos robles, al acecho crujían; la oscuridad cernida sobre los fulgurantes danzarines hacía de esta velada un auténtico espectáculo al que chispas, centellas, amperios, rayitos e incluso intrépidas brasas, asistían. Todos juntos, formando corro, se deleitaban con los ondulados movimientos de Ígnea, cuya composición cromática amarillo-cian era causa de envidias ajenas. Ella sabía hacer crepitar a la madera como nadie, quemar con dulzura, reflejarse en obnubiladas pupilas y reavivar las ascuas de cualquier fogata moribunda. Y, de repente, cuando al son de la lumbre la llama dibujaba vaivenes imposibles, un goterón cayó impío sobre ella, apagándola, extinguiéndola; y sus restos, grisáceo humillo, se esparcieron sin voluntad por la lobreguez de las espesuras.

Más tarde, se supo que Candela, chiribita desertora, la había traicionado entregándola a las nubes.
Nítsuga Sotso Anibor - Ígnea (Microcuento 1)

lunes, 25 de octubre de 2010

Odio

(De mí se apoderó cuando acudí al bramadero donde suelo beber al ver que estaba seco).

Odio el tumulto, la gente sin rumbo, la sinuosidad crápula.
Odio el ambiente cargado, el indulto, la superficialidad.
Odio los aeropuertos, las carismáticas esquinas, los sitios cerrados.
Odio la muchedumbre, los viejos usos, los gritos encerados.

Odio el tabaco traidor, las bellacas prisas, los platónicos amores.
Odio la vengativa brisa, el cáncer, los aplausos sin motivaciones.
Odio la rabia contenida, los zulos, las falsas sonrisas.
Odio las esperas, los turnos, las sillas cojas.

Odio la política en todas sus formas.
Odio la impotencia, la inercia, los que sucumben.
Odio los protocolos, las puestas de largo y de corto,
los vocablos que nada dicen.

Odio la humedad, el tiempo y sus agujas.
Odio el vals de tic-tacs; amo el exilio mental, errar.
Odio los testamentos, las crueles plumas, las ambiciones huecas.

Odio ser incapaz de respetar a los irrespetuosos.
(me odio demasiado por ello).

Odio que palabras acribillen mi cabeza,
que esta molestia en el interior se geste,
que vísceras carcoman mis bestias.

Odio aparecer en fotos fortuitas de turistas.
Odio ser yo, odio ser tú algún día.

Odio el taciturno olor de hospital, el gris humo, la tierra estriada.
Odio la vejez encarnada en abuelas callejeras.
Me odio derrotado con el alma rota, los zapatos desabrochados,
las agarrotadas brochas, las neveras sin leche y atravesar noches pisando sombras.

Odio el sistema, odio en masa, sin dirección aparente.
Odio los secretos del susurro silencioso de enjambres de mentes.
Odio artificiales avenidas, estereotipos, pelos en el mármol.
Odio con dolor y sin piedad.
Odio como yo quiero.

Odio la felicidad fácil, la pasividad, los ojos furtivos.
Odio las condenas, las cadenas, los recuerdos derretidos.

Odio los centros de cualquier gran ciudad
porque veo la realidad tal y como es: cruda.
¿Y esta mancha en la acera?
Es el vómito de Zaratustra.
Nítsuga Sotso Anibor

domingo, 24 de octubre de 2010

Permanece a mi lado

"Good shit". Dejando la jerga a un lado y tras haber buscado información sobre Lord Tennyson, esta magnífica pieza exhala un elemento volitivo que vomita el desperado deseo de que alguien permanezca a su lado. Encontramos caudaloso simbolismo pero, sin embargo, un servidor lo interpreta como un conjunto de pensamientos o anhelos que acribillan la cabeza al autor obligándole a aliviar el dolor evadiéndose mediante la plasmación de versos en papel, lo cual no deja de ser un mal común en poetas. Me refiero a ese resquemor, a esa migraña, a esa jaqueca que te guiará de la mano a la más exarcebada locura o la más profunda tristeza; o ese odio infundado que se apodera de uno y se lamenta y maldice por lo injusto de nuestra existencia. Esta es, a mi parecer, la causa del poema. Rest In Peace.

Permanece a mi lado cuando se apague mi luz,
y la sangre se arrastre;
y mis nervios se alteren con punzadas dolientes.
y el corazón enfermo,
y las ruedas del ser giren lentamente.

Permanece a mi lado,
cuando a mi frágil cuerpo le atormenten dolores y alcance la verdad,
y el tiempo maniaco siga esparciendo el polvo,
y la vida furiosa siga arrojando flamas.

Permanece a mi lado,
cuando vaya apagándome y puedas señalarme el final de mi lucha,
y en la cabecera de los días eternos
en el bajo y oscuro borde de la vida.
Lord Tennyson - In memoriam

miércoles, 20 de octubre de 2010

Marinero de aguas bravas

El hombre siempre ha sido atraído por el mar, pero es un escenario antinatural para nosotros, un lugar de gran peligro: mareas, corrientes, olas, viento… cada uno presenta sus propios riesgos y ninguno de los cuales pueden ser ignorados. El menor error del juicio puede ser un error que nunca podría recuperarse. Pero un buen marinero no lucha frente a estos elementos; un buen marinero trabaja con ellos utilizándolos a su favor mientras que otros, menos afortunados, podrían estar siempre a la deriva. Pero, si evita la furia poseidónica, siempre vuelve a la seguridad del hogar.
Dexter

viernes, 8 de octubre de 2010

Incomunicado

He dejado atrás el momento de la duda. ¿Sabes cuándo es eso? Es el momento de un viaje en que es más largo volver al punto de partida que continuar hasta el final. Igual que... ¿recuerdas cuando aquellos astronautas tuvieron problemas? Iban hacia la luna y algo salió mal, no sé, alguien metió la pata y tuvieron que hacerles volver a la Tierra, pero habían pasado el punto sin retorno. Tuvieron que dar toda la vuelta a la luna para volver, y estuvieron sin establecer contacto durante horas. Todo el mundo esperó con ansia a ver si aparecía por el otro lado un puñado de muertos metidos en una lata. Y así estoy yo. Estoy en la otra cara de la luna, incomunicado. Y todo el mundo tendrá que esperar hasta que aparezca
Un día de furia

martes, 5 de octubre de 2010

Ein typischer Tag - Dresden 2010

(Nota introductoria para los no germano-parlantes: este es mi nuevo corto para un concurso que organiza la compañía con la que fui a Alemania este verano. ¡Espero que os guste!)

Video gemacht von Agustín Ostos Robina, Student Sommer-Intensivkurs im August 2010 in Dresden, Deutschland, mit dem Goethe Institut. Neben einem Souvenir für Teamkollegen und Freunde, ist ein Video für den Wettbewerb selbst organisiert bei Goethe-Institut. Was ich versuche, das tägliche Leben einer Person (hier George) reflektieren, der aufsteht, Dusche, frühstücken und mit dem Tram bis, wenn sie die Türklinke des Instituts (8 Uhr) und berühren erreicht, hat eine "flash". Damals, erinnert er sich kleine Teile der Momente und Augenblicke, die Arbeit als eine Zusammenfassung des Monats, in Dresden, bis plötzlich der "flash" vorbei ist und George ist dort in der Tür, blieb stehen, und es ist Nacht (21 Uhr) und alles endete.

Ich hoffe es gefällt euch. Bis Bald!
Nítsuga Sotso Anibor

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Entre Borges y Márquez, soy un salmón

Arrepentimiento. Eso es lo que percibo en las dos poesías de un par de maestros sudamericanos que a continuación comparto con vosotros, fieles bastardos. Estaréis pensando “joder chaval, no te agobies, ¡que solo llevas veinte años pateados!”. ¡Pues yo me agobio! Borges, por un lado y Márquez por otro así expresan la desazón, el desaliento y desconsuelo que sienten al atisbar, antes inapreciables, las puertas del matadero por donde todos hemos de pasar. Y pienso yo, ¿no debería ir teniendo presente que he de aprovechar hasta la más sencilla de las cosas de nuestra vil rutina? Mi objetivo es llegar al punto alcanzado por ellos y poder escribir un poema, cuando los achaques casi no me lo permitan, que acabe con “Y mi vida, ahora cuasi extinta, ha sido aprovechada hasta el último puto minuto”. Eso es. Exprimid, amiguitos, exprimid. Que la letanía de los años no pasa en balde, que la continuidad de alineación de los astros no es cosa de críos, que fui a por harina de otro costal y me dieron largas.

Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios.

Yo fui una de esas personas que vivió sensata
y prolíficamente cada minuto de su vida;
claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría
de tener solamente buenos momentos.

Por si no lo saben, de eso está hecha la vida,
sólo de momentos; no te pierdas el ahora.

Yo era uno de esos que nunca
iban a ninguna parte sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas;
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.

Si pudiera volver a vivir
comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera
y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita,
contemplaría más amaneceres,
y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez vida por delante.

Pero ya ven, tengo 85 años...
y sé que me estoy muriendo.


Jorge Luis Borges – Instantes
Así de crudos nos materializa el de Buenos Aires sus frívolos pensamientos en su vejez más avanzada. Indiferencia hacia lo malo, concentración en lo bueno. Borges mezcla un cóctel de oposiciones, deseos reprimidos pero tardíos y cierto odio a no haber permitido la libre expansión de sus instintos cuando debía haberlo hecho. Aquí viene la segunda bomba:

Si por un instante Dios se olvidara
de que soy una marioneta de trapo
y me regalara un trozo de vida,
posiblemente no diría todo lo que pienso,
pero en definitiva pensaría todo lo que digo.

Daría valor a las cosas, no por lo que valen,
sino por lo que significan.
Dormiría poco, soñaría más,
entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos,
perdemos sesenta segundos de luz.

Andaría cuando los demás se detienen,
Despertaría cuando los demás duermen.
Escucharía cuando los demás hablan,
y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate.

Si Dios me obsequiara un trozo de vida,
vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol,
dejando descubierto, no solamente mi cuerpo sino mi alma.
Dios mío, si yo tuviera un corazón,
escribiría mi odio sobre hielo,
y esperaría a que saliera el sol.

Pintaría con un sueño de Van Gogh
sobre las estrellas un poema de Benedetti,
y una canción de Serrat sería la serenata
que le ofrecería a la luna.

Regaría con lágrimas las rosas,
para sentir el dolor de sus espinas,
y el encarnado beso de sus pétalos...
Dios mío, si yo tuviera un trozo de vida...

No dejaría pasar un solo día
sin decirle a la gente que quiero, que la quiero.
Convencería a cada mujer u hombre de que son mis favoritos
y viviría enamorado del amor.

A los hombres les probaría cuán equivocados están,
al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen,
sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.
A un niño le daría alas,
pero le dejaría que él solo aprendiese a volar.

A los viejos les enseñaría que la muerte
no llega con la vejez sino con el olvido.

¡Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres…!
He aprendido que todo el mundo quiere vivir
en la cima de la montaña,
sin saber que la verdadera felicidad está
en la forma de subir la escarpada.

He aprendido que cuando un recién nacido
aprieta con su pequeño puño,
por vez primera, el dedo de su padre,
lo tiene atrapado por siempre.

He aprendido que un hombre
sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo,
cuando ha de ayudarle a levantarse.
Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes,
pero realmente de mucho no habrán de servir,
porque cuando me guarden dentro de esa maleta,
infelizmente me estaré muriendo.

Gabriel García Márquez – La marioneta


¿No se os han caídos los ojos al suelo? Yo los tuve que recoger llenos de porqueta porque el colombiano clava verdades en el tablero de la ceguera, tapando fugas, sellando oquedades de desesperanza. Especialmente, los dos versos en negrita flagelan el sosiego. ¡Tiene toda la razón del mundo! Y Robe, en su libro, lo deja caer cuando habla de unos chimpancés en la selva al afirmar que ellos, sus conversaciones y actos no existieron porque no existe ni su recuerdo. Y ahí radica, hoy por hoy, uno de mis principales objetivos: vivir en el recuerdo. ¿Cómo? Habré de ponerme manos a la obra desde ya, aunque es un proceso que puede desencadenarse en cualquier instante. ¿De qué forma? Haciendo algo por lo que no solo me recuerden dos o tres generaciones descendientes de mi familia sino unas miles de personas lo suficientemente grandes como para que satisfaga la egoísta voluntad de permanecer en el recuerdo, mas probablemente mi opinión vire en otro sentido cuando alcance la felicidad plena.
Nítsuga Sotso Anibor

viernes, 17 de septiembre de 2010

Los ángeles muertos

Buscad, buscadlos:
en el insomnio de las cañerías olvidadas,
en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras.
No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,
unos ojos perdidos,
una sortija rota
o una estrella pisoteada.

Porque yo los he visto:
en esos escombros momentáneos que aparecen en las neblinas.

Porque yo los he tocado:
en el destierro de un ladrillo difunto,
venido a la nada desde una torre o un carro.

Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban
ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos.
En todo esto.

Mas en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego,
en esas ausencias hundidas que sufren los muebles desvencijados,
no a mucha distancia de los nombres y signos que se enfrían en las paredes.

Buscad, buscadlos:

debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro
o la firma de uno de esos rincones de cartas
que trae rodando el polvo.

Cerca del casco perdido de una botella,
de una suela extraviada en la nieve,
de una navaja de afeitar abandonada al borde de un precipicio.
Rafael Alberti - Sobre los ángeles

lunes, 13 de septiembre de 2010

Un pasito adelante, otro atrás

Al Sol le gustaría detenerse un momento, incluso retroceder, pues no ve bien con tantos árboles. Pero no se atreve; se notaría demasiado. La gente vería dudar a la sombra, y eso no ha ocurrido nunca antes. Todo el mundo confía en que la sombra siga su camino pase lo que pase. Demasiada responsabilidad para el Sol.
Roberto Iniesta - El viaje íntimo de la locura

lunes, 16 de agosto de 2010

Campamento

Y mira que me lo habían avisado: “¡Ten cuidado que ir de campamento engancha!”. Lo primero de todo, os presento mis más sinceras apologías a los que acostumbréis a visitar estos parajes, ahora abandonados, incondicionalmente. Entre que me encuentro en Alemania intentado aprehender el idioma, estudiando dos asignaturas colgadas para septiembre y embarcado en un proyecto del que ya se tendrán noticias, no me da tiempo ni pa cagá. Con celeridad abrumante, redacto unas líneas merecedoras de un favor temporal de mayor envergadura por parte de Crono.

Como decía, este año ha sido mi primera experiencia como monitor de tiempo libre. El campamento tomaba lugar en el Colegio Alemán de Marbella, en lo alto de una montaña con vistas inmejorables. Con unos veinte monitores para cientocuarenta niños, se antojaba una onírica siestecilla, a menudo enturbiada por maleantes enanos. En resumen, fue más que gratificante. En algunos instantes mi vida corría serio peligro por tener encima a seis e incluso siete pulgarcitos/as entre ocho y trece anos pero mi felicidad no conocía límites. Aunque las fuerzas restantes se encontrasen bajo mínimos, una sonrisa o la ilusion reflejada en los ojos de estos saltimbanquis te renovaban por dentro y sacaban lo major de uno. Todo el cariño que se les daba lo devolvían con creces y ya se me había olvidado cuando yo, personalmente, en su momento era el acampado y quería parecerme a mis super monitores. Aunque se me estén yendo los escasos minutos de los que dispongo, me veo obligado a mencionar y venerar al grandísimo Rober, companero mío incondional de preparación de actividades con el que no pocas risas liberé.


Y como no podía ser menos, tuve que hacerme notar en la realización de un Lip Dub con los chavales. Me lo encargaron por saber que soy aficionado a grabar y fue un auténtico caos y quebradero de cabeza organizarlo pero, al contar tan solo con dos horitas y repetirlo únicamente dos veces, salió bien (sin contar movimientos bruscos al final jeje). Especiales agradecimientos a los hiper coordinadores Juan (macho Bravo) y Marta. Sin ellos y sin los demás habría sido imposible. Aquí os dejo el vídeo de los niños cantando, bailando y emulando los de las universidades americanas que tan de moda se han puesto. ¡Volveré pronto!
Nítsuga Sotso Anibor

lunes, 19 de julio de 2010

Pedí un chotis y pusieron un blues

Sospecho centinelas de bravas aguas,
aventuro ascuas de fuegos rebeldes
danzando al descompás del ondulado crepitar
donde se pinchan conversaciones a ígneos susurros.

Expreso el desazón y la rabia
que dan de comer a borbotones de saliva.
¡Homicida perdido en el siglo! Eres preso.

Ni loco ni imprudente ante la presencia guripa,
corazón urbano añora pasados tiempos pueblerinos.
Camino del Trocadero, le tiran monedas al pasar
a sus dueños gladiadores que de Capua han huido.

Mansos guardias del infinito roncan con despertar ornatos
en un mundo huelguista de eco,
hartos de cuevas percusionistas y pechos peludos.

Vigías desesperados, desvelados, somnolientos.
Vigías despabilados, desaliñados, coléricos.
Vigías descafeinados, despeinados, atentos.

A ti esperan ver bailar descalzo un último chotis en la hoguera.
Adelante.
Nítsuga Sotso Anibor

viernes, 25 de junio de 2010

El séptimo sello

Bicolor filme sueco de 1957 en el que el caballero sir Antonious Block mantiene una partida de ajedrez con la muerte. La recomiendo encarecidamente a toda persona que tenga un mínimo de inquietud existencialista. Diálogo maestro en el que nuestro caballero se confiesa ante un hombre con aspecto de clérigo que resulta ser la propia muerte disfrazada:
— Quiero confesarme y no sé qué decir. Mi corazón está vacío. El vacío es como un espejo delante de mi rostro. Me veo a mí mismo y, al contemplarlo, siento un profundo desprecio de mi ser. Por mi indiferencia hacia los hombres y las cosas me he alejado de la sociedad en que viví. Ahora habito un mundo de fantasmas. Prisionero de fantasías y ensueños.
— Y, a pesar de todo, no quieres morir.
— Sí, sí quiero.
— Entonces, ¿a qué esperas?
— Deseo saber qué hay después.
— Buscas garantías.
— Llámalo como quieras. ¿Por qué la cruel imposibilidad de alcanzar a Dios con nuestros sentidos? ¿Por qué se nos esconde en una oscura nebulosa de promesas que no hemos oído y milagros que no hemos visto? Si desconfiamos una y otra vez de nosotros mismos, ¿cómo vamos a fiarnos de los creyentes? ¿Qué va a ser de los que queremos creer y no podemos? ¿Por qué no logro matar a Dios en mí? ¿Por qué sigue habitando en mi ser? ¿Por qué me acompaña humilde y sufrido, a pesar de mis maldiciones que pretenden eliminarlo de mi corazón? ¿Por qué sigue siendo una realidad que se burla de mí y de la que no me puedo librar? ¿Me oyes?
— Te oigo.
— Yo quiero entender, no creer. No debemos afirmar lo que no se logra demostrar. Quiero que Dios me tienda su mano, vuelva su rostro hacia mí y me hable.
— Él no habla.
— Clamo a él en las tinieblas y nadie contesta a mis clamores.
— Tal vez no haya nadie.
— Pero entonces la vida perdería todo su sentido. Nadie puede vivir mirando a la muerte y sabiendo que camina hacia la nada.
— La mayoría de los hombres no piensa en la muerte ni en la nada.
— Un día, llegan al borde de la vida y deben enfrentarse a las tinieblas.
— Sí, y cuando llegan...
— Calla, sé lo que vas a decir, que el miedo nos hace crear una imagen salvadora y esa imagen es lo que llamamos Dios.
— ¿Te estás preocupando?
— Hoy ha venido a buscarme la muerte, estamos jugando una partida de ajedrez, es una prórroga que me da la oportunidad de hacer algo importante.
— ¿Qué piensas hacer?
— He gastado mi vida en diversiones, viajes, charlas sin sentido. Mi vida ha sido un continuo absurdo. Creo que me arrepiento, ¡fui un necio! En esta hora siento amargura por el tiempo perdido, aunque sé que la vida de casi todos los hombres corren por los mismos cauces. Por eso quiero emplear esta prórroga en una acción única que me dé la paz.
— Por eso juegas al ajedrez con la muerte.
— Emplea una táctica muy hábil pero todavía no he perdido ni una sola de mis piezas.
— ¿Y supones que podrás engañar a la muerte con tu juego?
— Gracias a una combinación de alfiles y caballos que aún no me ha descubierto. Una jugada más y le arrebataré la reina.
— Lo tendré en cuenta.
— Me has traicionado, tratas de engañarme pero cuando nos enfrentemos de nuevo yo encontraré una salida.
El séptimo sello

lunes, 21 de junio de 2010

Neumotórax

Fui encarcelado en una pleura
donde al aire no llega,
que tiene vísceras en los cristales
y agujeros por puertas.

Neumotórax que me inquietas las quimeras,
incides demasiado en mi estado de ánimo.
Cualquier día de estos te mando a tomar por culo.

Tapias de membrana cubren los socavones
que con un soplo de viento se vuelven a exhibir,
descorchando los bronquios ladrones de aliento
que gaseoso elixir sisan.

No han conseguido curarte ni tiritas ni enfermeras.
Estás muy consentido tú, ¡eh!

Mas no todo son reproches (alguna cosa te debo),
aunque si pudiera gritarte se cagaría la perra,
pero hijo de puta eres listo; ahogas y sofocas.

Deprimentes brechas visten esta posada pulmonar
de oxígeno viciado llena de secuaces que trafican con él.
Por perforada que esté, la fonda no se orea.

Si en un alarde garbo me secuestras a mejor vida,
has de saber que has sido un inquilino bastante cabrón,
haciéndome pagar con creces.

Amamanto la fe de que en algún momento sea absuelto, (la Ley de Arrendamientos Urbanos tan solo me obliga a renovarte el contrato cinco años, ¡bicho!)

a
Nítsuga Sotso Anibor

jueves, 17 de junio de 2010

Jazz & Rap

Sí, ¡no es broma! Como tantos otros, percibo el rap como poesía moderna sobre una base de bombos y cajas que marcan el ritmo al MC (Master of the Ceremony) de turno. Sin embargo, este género arrastra una lacra que provoca una generalización del concepto que se tiene sobre él: un individuo normal, al hablarle de hip hop se imagina a tíos negros con pistolas en bidones con hoguera estilo gangsta. ¡Pues no! Hay mucho más que eso y en nuestra nación deberíamos estar orgullosos de albergar a los mejores en nuestra lengua. Antes de criticar o rechazar, recomiendo encarecidamente que artistas como Javier Ibarra, Juaninacka, Rapsusklei, Xhelazz, El Chojín e incluso el mismísimo Tupac Shakur, entre otros, sean escuchados o, al menos, leídos.
Hay letras buenísimas, profundas, arrancas del pecho e incluso filosóficas. Aparte de Extremoduro y AC/DC, los mejores conciertos en los que he estado han sido el de Kase. O con su banda de jazz y el de Rafael Lechowski con otra del mismo palo. ¿Jazz y rap? ¡Se me ponían los pelos de punta! Por eso me atengo a lo de que nunca es tarde si la dicha es buena, no os encerréis y abrid los oídos y el corazón a lo nuevo, a lo distinto, a lo diferente. Fuera de toda la estética creada por puros fines comerciales, se esconde algo verdadero cuya esencia a veces palia el dolor agonizante de las ánimas más extasiadas.

Como en mi adolescencia era lo que más me marcaba, quién sabe, algún día quizás incluso publique en estos lares la letra de mi canción de rap más cañera (¡rap culto, aviso!) jejeje. Dejo un trozo de "la creme de la creme" para que lo devoréis, ¡carnívoros de versos!
Yo soy el semen; tú el amor.
Yo la música de fondo; tú la habitación para dos.
Yo el champán; tú los condones.
Yo uno más; tú otra más.
Tú el placer; tú la cama; yo el frenesí.
Tú protagonista de un blues; yo al que llaman MC.
Tú la aventura; yo el aventurero
cuando escribes con carmín en el espejo te quiero.

Tú el escote; yo la mirada.
Tú eres la cintura y yo la goma de tus bragas.
Yo la materia; tú el espíritu.
Yo Zeus; tú cualquier diosa parecida a Venus.
Yo el whisky; tú esta noche
serás la blusa; yo el que la desabroche.
Yo la mentira; tú la mentirosa.
Tú serás la chica y yo el chino que te venda rosas.
Tú la chula; yo el tuyo puto.
Tú la prisa; yo el que pierde el último minuto.
Tú las lágrimas; yo las sonrisas.

Tú el boungalow; yo el mar y en tu cara mi brisa.
Mira chica eres mi vida.
Vida perdida por la mujer y la bebida.
a
Javier Ibarra - Ballantine's

sábado, 12 de junio de 2010

El Rey Lagarto

Leones en la calle y vagando
perros en celo, rabiosos y llenos de espuma.
Una bestia enjaulada en el corazón de la ciudad.
El cuerpo de su madre
pudriéndose en el suelo en verano.

Él huyó de la ciudad,
fue hacia el sur y cruzó la orilla.
Dejó el caos y el desorden,
les dio la espalda.

Una mañana él despertó en un hotel verde
con una extraña criatura gimiendo a su lado.

El sudor escurrió desde su frente brillante.
¿Están todos?

La ceremonia está a punto de comenzar
¡Despierten!
¿No puedes recordar dónde fue?
¿Ha parado este sueño?

La serpiente era pálida,
satinada y encogida.
Teníamos miedo de tocarla.
Las sábanas eran ardientes prisiones muertas
y ella estaba a mi lado
vieja, ella no es... joven.
Su oscuro pelo rojizo,
su suave piel blanca.

Ahora, corre al espejo del baño.
¡Mira!
No puedo vivir a través de cada siglo de sus lentos movimientos.
Dejé mi mejilla resbalar hacia abajo
al agradable y suave azulejo.
Siento bien la fría mordedura en la sangre,
el suave silbido de las serpientes en la lluvia.

Una vez tuve un jueguito,
me gustaba cómo se arrastraba en mi cerebro.
Creo que sabes del juego del que hablo.
Hablo del juego llamado "Volverse loco".

Ahora deberías tratar de jugarlo.
Solo cierra tus ojos, olvida tu nombre.
Olvida al mundo, olvida la gente,
y erigiremos una torre distinta.

Este jueguito es divertido.
Solo cierra tus ojos, no hay manera de perder.
Estoy aquí, también voy a jugar.
Relájate, estamos abriéndonos paso.

Retrocedamos a lo más profundo del cerebro,
regresemos a donde nunca hubo dolor.
Y la lluvia cae suavemente en la ciudad
y en el laberinto de arroyos.
Abajo, la quieta presencia sobrenatural
de los nerviosos habitantes de las apacibles colinas alrededor
abundan reptiles,
fósiles, cuevas y cumbres frías.

Cada casa repite un molde
con ventanas laminadas
un carro con bestias encerradas en la mañana.
Todos duermen ahora.
Alfombras silenciosas, espejos vacíos,
polvo ciego bajo las camas de las parejas legítimas
envueltas en sábanas.
Sus hijas presumidas
con ojos de semen en sus pezones.

Espera....
Ha habido un sacrificio aquí.

(No pares de hablar o ver alrededor,
tus guantes y abanico están en el piso.
Estamos saliendo de la ciudad,
nos escaparemos
y quiero que tú vengas conmigo).

No toques la tierra.
No veas el Sol.
No hay nada más que hacer que
huir, huir, huir.
Huyamos.

Una casa sobre la colina.
La Luna descansa tranquila.
Las sombras de los árboles
son testigos de la salvaje brisa.
Vamos nena huye conmigo.
Huyamos.

Huye conmigo.
Huye conmigo.
Huye conmigo.
Huyamos.

La mansión es cálida en lo alto de la colina.
Las habitaciones son lujosas y confortables.
Rojos los brazos de los lujosos sillones
y no sabrás nada hasta que estés adentro.

El cadáver del Presidente en el carro del chófer,
el motor corre con cola y alquitrán.
Ven, no vamos muy lejos,
al Este a conocer al Zar.

Algunos bandidos vivían en la orilla del lago.
La hija del ministro está enamorada de la serpiente
que vive en un pozo junto a la carretera
¡Despierta niña! Casi estamos en casa.

Sol, Sol, Sol.
Arde, arde, arde.
Pronto, pronto, pronto.
Luna, Luna, Luna.
Te alcanzaré.
¡Pronto! ¡Pronto! ¡Pronto!

Deja las campanas sonar,
deja a la serpiente cantar.
Deja todo.

Hemos bajado
por ríos y autopistas.
Hemos bajado
por bosques y cascadas.

Hemos bajado
de un fénix esclavizado
y puedo decirte
los nombres del reino.
Puedo decirte
las cosas que sabes
escuchando un puñado de silencio,
escalando valles en oscuridad.

Soy el Rey Lagarto
y puedo hacer lo que quiera.

 
Puedo hacer que la tierra pare en su pista,
hacer que los carros azules se vayan.

Por siete años habité
en el perdido Palacio del Exilio,
jugando extraños juegos
con las chicas de la Isla.

Ahora regreso de nuevo
a la isla del justo, del fuerte y el sensato.

Hermanos y hermanas del pálido bosque
o hijos de la noche.
¿Quién de ustedes se unirá a la caza?

Ahora la noche llega con su legión púrpura.
Regresen a sus tiendas y a sus sueños,
mañana entraremos a la ciudad donde nací.
Quiero estar listo.

a
Jim Morrison - Celebration of the Lizard

jueves, 10 de junio de 2010

American Psycho

No hay nada como una buena película de culto: American Psycho. Se trata de un filme imprescindible para cinéfilos empedernidos, enfermedad que me diagnosticaron cuando nací. La tenía pendiente hacía ya tiempo en mi disco duro, lista para devorar. La sinopsis versa de un ricachón de World Trade Center que, harto de la vida contemplativa, comienza a encontrar su sino matando gente. Al igual que con Shutter Island, no hay cosa que me guste más que el director (en este caso directora) consiga hacer pensar al espectador y no acaben siendo un par de malgastadas horas de entretenimiento. Además, Patrick Bateman, encarnado por Christian Bale, suelta discursos sobre autores de música propios del más fanático de los melómanos y otros tantos de gastronomía digno de los mejores críticos, por no hablar de los finales de difusas interpretaciones. ¿Estaba loco o no? ¿Lo hizo o no lo hizo? ¡Eso es lo difícil de lograr! Adjunto parte de la voz en off pero aviso que para no amantes del cine bien puede resultar un bodrio psicótico.

"Existe la idea de que un tal Patrick Bateman es una especie de abstracción, porque yo no existo de verdad, sino solo como ente, como algo ilusorio. Y aunque pueda ocultarte mi mirada fría, si me das la mano notarás que mi carne roza la tuya e incluso tal vez intuyas que es probable que tengamos estilos de vida parecidos.
Pero yo, sencillamente, no estoy. Tengo todas las características de un ser humano: carne, sangre, piel, pelo... pero ni una sola emoción clara e identificable, excepto la avaricia y aversión.
Está ocurriendo algo horrible dentro de mí y no sé porqué. Mis sangrientas lujurias nocturnas están empezando a apoderarse de mí, me siento letal, al borde del frenesí. Mi máscara de salud mental está apunto de desmoronarse. Mi necesidad de seguir un comportamiento homicida a escala masiva no puede remediarse, pero no tengo otra forma de realizarme.

Ya no quedan límites por atravesar, todo lo que tengo de incontrolable y perturbado, vicioso y malévolo, todo el caos que he provocado y mi total indiferencia al respecto lo he superado ya, mi dolor es constante y agudo y no espero que exista un mundo mejor para nadie, de hecho quiero que los demás sientan mi dolor, no quiero que nadie se escape, pero incluso después de emitir esto, no hay catarsis. Sigo evadiéndome de mi castigo y no llego a ningún conocimiento más profundo de mí mismo, no se puede extraer ningún conocimiento nuevo de mi historia, esta confesión no ha significado... nada".
American Psycho

sábado, 5 de junio de 2010

Redención

Pido perdón por todas las cosas que no hice,
por distraer a hojas con mi ondulado caer,
por desaprovechar hasta el último atardecer naranja.

Ruego clemencia a los reyes del subsuelo
por no haber respirado lo suficiente
para desahogarme en el féretro
donde el oxígeno se asfixia.

Imploro indulto a las autoridades que en el inframundo gobiernan
por declararme culpable cuando en realidad lo era.

Suplico compasión y olvido
por la violencia con que a veces sonreí,
por desangrar cicatrices de doble filo.

Mendigo derecho de gracia
por todas las bocas que a deshora callé.
Aunque no me arrepiento.

Absolución persigo.
   - No puedo seguir así, ¡por favor!
Me busco en el espejo y no me encuentro.

Presento mil disculpas
si en tiempos envenené charcos
para difuminar reflejos falsos en esencia.


Tras bailar en la calva del calvario
no resta más que dispensa solicitar
con la esperanza de que sea condenado a volver a vivir.

En mi defensa diré que antes preferiría cinco lustros de galeras.
  - ¡Exímanme! - En el estrado, de rodillas, exaspero.
Quizás el amparo sea mi recurso sorpresa,
pero estoy fuera de plazo.

De colofón gritaré:

  - ¡A mí la amnistía!
con todas mis fuerzas,
mas sé que en los bolsillos no tengo verdades ni razón.

Abogo por que legitimados abofeteen mi cadáver.
Nítsuga Sotso Anibor

miércoles, 2 de junio de 2010

La lagartija

A Raül de Umlaut

Dicen que la palabra alma está desgastada,
que la soledad ha hecho amigos,
que infértiles trigos darán su fruto.

Cuentan que un día salió de su madriguera
una lagartija sonrojada por el vino,
harta de que le pisoteasen su casa.

Cuchichean marujas paredes los últimos gritos
de gargantas en sequía.

¡Pues yo digo que un brindis por el sucesor del veneno!
¡Tres hurras por nobles basureros!
No habrá chispas ni mecheros que osen prender.
Nítsuga Sotso Anibor

lunes, 24 de mayo de 2010

Ascenso del fascismo en Europa

Con las piernas alargadas hacia el sol, Charlie y yo verdaderamente no hablábamos, intercambiábamos pensamientos que nos pasaban por la mente, sin reparar en lo que cada uno contaba. Eran momentos agradables en que se dejaba hilar el tiempo bebiendo a sorbos un café. Cuando me dijo que había tenido que aplicarle una inyección letal a su perro, esto me sorprendió, pero sin más. Es siempre triste un perro que envejece mal, pero pasado quince años, hay que hacerse a la idea de que un día u otro va a morir.
—Compréndeme, no podía hacerlo pasar por uno pardo.
—Los labradores no suelen tener ese color, pero ¿qué enfermedad tenía?
—Esa no es la cuestión, no era un perro pardo, es todo.
—¡Hombre!, ¿ahora van hacer como con los gatos?
—Sí, similar.
Para los gatos ya sabía cómo iba la cosa. El mes pasado, tuve que deshacerme del mío, un gato de azotea que había tenido la mala idea de nacer blanco, con manchas negras. Es verdad que la superpoblación de los gatos se volvía insoportable y, después de lo que decían los científicos del Estado Nacional, era mejor conservar a los pardos. Sólo los pardos. Todas las pruebas de selección comprobaban que se adaptaban mejor a nuestra vida de ciudad, que sus camadas daban pocas crías y que comían mucho menos. Pero, bueno, un gato es un gato, y como era necesario solucionar el problema de una manera o de otra, venga, pues, el decreto que instauraba la supresión de los gatos que no fueran pardos. Las milicias de la ciudad distribuían gratuitamente bolitas de arsénico. Mezcladas con la comida, fulminaban a los gatos en un momento. Tuve el corazón oprimido, pero todo se olvida rápidamente.
Sin embargo, con los perros, eso sí me había sorprendido un poco más. No sé por qué, quizá porque son más grandes o porque son los mejores amigos del hombre como dicen. De cualquier forma, Charlie acababa de decírmelo tan naturalmente como yo lo había hecho con el asunto de mi gato, y tenía seguramente razón. Demasiada sensiblería no lleva a nada y, para el caso de los perros, es seguramente verdad que los pardos son más resistentes.
Ya no había mucho que decir, así que nos despedimos, pero con una rara impresión. Como si aún no nos hubiéramos dicho todo. Incómodos. Algún tiempo después, fui yo quien le dijo a Charlie que El Diario de la ciudad no volvería a circular. Se había quedado sorprendido: ¡el periódico que él abría todas las mañanas mientras se tomaba su café con crema!
—¿Se han arruinado? ¿Huelgas, quebraron?
—No, no, fue por el asunto los perros.
—¿De los pardos?
—Sí, como siempre. No había un día sin que no atacaran esa medida gubernamental. Incluso ponían en entredicho los resultados de los científicos. Los lectores ya no sabían qué pensar, ¡algunos hasta escondieron a sus perros!
—Eso es jugar demasiado con fuego...
—Como dicen, El Diario terminó por hacerse prohibir él mismo.
—¡Hombre!, ¿y los resultados de las carreras?
—Pues, ni modo, será necesario buscar los resultados en el Noticias Pardas, no queda otro. Parece que en la sección de carreras y deportes no está nada mal. Puesto que los otros ya se habían pasado de listos, era necesario que algún periódico quedara en la ciudad, no se podía prescindir de las noticias a pesar de todo.
Ese día volví a tomar un café con Charlie, me preocupaba convertirme en un lector del Noticias Pardas. Con todo, en torno mío los clientes del café seguían su vida como si nada: seguramente yo me equivocaba.

Después de eso llegó el turno de los libros de la biblioteca, una historia no muy clara, aún. Las Casas Editoriales que formaban parte del mismo grupo financiero que El Diario de la ciudad, fueron perseguidas por la justicia y se prohibió la permanencia de sus libros en los estantes de las bibliotecas. Es cierto que si se leía bien, en lo que estas Casas Editoriales seguían publicando, se destacaba la palabra “perro” o “gato” al menos una vez por volumen y, seguramente, no siempre combinadas con la palabra “pardo”. Ellos debían saberlo bien a pesar de todo.
—No hay que empujar tanto —decía Charlie—, compréndeme, la nación nada gana al aceptar que se desvíe la ley, y que se juegue al gato y al ratón.
Pardo, había añadido observando en torno de él, ratón pardo, en caso de que fuera descubierta nuestra conversación. Por precaución, habíamos tomado el hábito de añadir “pardo” o “parda” al final de las frases o después de las palabras. Al principio, pedir un pastís pardo, nos parecía extraño, pero, después de todo, el lenguaje está hecho para evolucionar y no resultaba más extraño decir “pardo”, que añadir “puta” o “macho”, al final de cada palabra, como se hace por estos rumbos. Al menos, se veía bien y se nos dejaba tranquilos. Terminamos, incluso, ganando en las carreras. ¡Oh, no el premio gordo!, pero a pesar de todo, ganamos nuestro primer premio pardo. Eso nos había ayudado a aceptar las preocupaciones de las nuevas reglamentaciones.

Un día, con Charlie, me acuerdo bien, le había dicho que pasara a mi casa para ver la final de la Copa UEFA, nos pusimos locos de risa. ¡Llegó a casa con un perro nuevo!
Magnifico, pardo de la cola al hocico y con los ojos marrones.
—Ves, finalmente es más afectuoso que el otro perro, y me obedece con tan solo chasquear los dedos o mirarlo. Tampoco era necesario que se hiciera un drama por el labrador negro.
Apenas había dicho esta frase, y su perro se precipitó bajo el sofá ladrando como un loco. ¡Y ladra que ladra, que aunque yo sea pardo, no obedezco ni a mi amo ni a otra persona! Y Charlie repentinamente había comprendido.
—¿No, tú también?
—Sí, ven a ver.
Y allí, mi nuevo gato salió como una flecha para subir a las cortinas y refugiarse sobre el armario. Un felino de ojos y pelos pardos. ¡Cómo nos reímos! ¡Qué coincidencia!
—Comprende —le dije—, yo siempre he tenido gatos, entonces... ¿No es bonito?
—Espléndido —respondió.
Luego encendí la tele, mientras que nuestros animales pardos se acechaban de reojo. No sé quien ganó la Copa, pero sí recuerdo que pasamos un buen momento, y que nos sentíamos seguros. Como si hacer simplemente lo que a todo el mundo era conveniente nos tranquilizara y nos simplificara la vida. La seguridad parda, eso podía tener de bueno. Por supuesto que pensaba en el niño con el que me había cruzado en la acera de enfrente, y que lloraba por su caniche blanco, muerto a sus pies. Pero después de todo, si escuchaba bien lo decían, los perros no estaban dentro de las prohibiciones, sólo tenía que buscar uno pardo. Incluso podía buscar cachorros. Y como nosotros, se sentiría en regla y se olvidaría rápidamente del anterior.

Y luego ayer, increíble, yo que me creía en paz, estuve a punto de hacerme atrapar por los milicianos de la ciudad, los de uniforme pardo, los que no se andan con niñerías. No me reconocieron, pues, son nuevos en el barrio y aún no conocen a todo el mundo.
Yo iba a la casa de Charlie. Los domingos, Charlie y yo jugábamos a las cartas. Yo llevaba un paquete de cervezas en la mano, eso era todo. Habíamos dispuesto tomar las cervezas en unas dos o tres horas, y comer un poco. Y allí, sorpresa total: la puerta de su apartamento voló hacía abajo, y dos milicianos parados en el umbral hacían circular a los curiosos. Fingí subir a los pisos de arriba y volví a bajar por el ascensor. En la parte de abajo, la gente hablaba a media voz:
—¡Con todo y que su perro era en verdad pardo, nosotros lo vimos!
—Sí, pero según dicen, es que antes, tenía uno negro, no uno pardo. Uno negro.
—¿Antes?
—Sí, antes. Es delito ahora, también haber tenido uno que no fuera pardo. Y eso, no es difícil de saber, basta con hablar con un vecino.
Apremié el paso. El sudor empapaba mi camisa. Si haber tenido uno antes era un delito, estaba bien claro para la milicia. Todo el mundo en mi edificio sabía que antes había tenido un gato blanco y negro. ¡Antes! ¿Eso yo nunca lo habría pensado!

Esta mañana, Radio Parda ha confirmado la noticia. Charlie forma parte seguramente de las quinientas personas que detuvieron. El hecho de haber comprado recientemente a un animal pardo no lo habría cambiado de mentalidad, dijeron. “Haber tenido un perro o un gato no conforme, el tiempo que sea, es un delito.” El orador incluso añadió “injuria al Estado Nacional”. Y tomé nota de lo que dijo seguidamente. Aunque no se haya tenido personalmente un perro o un gato no conforme, pero alguien de la familia, un padre, un hermano, una prima por ejemplo, si tuvo uno, aunque fuera una vez en su vida, se arriesga uno mismo a tener graves problemas.

No sé adónde han llevado a Charlie. ¡Vaya!, ahora sí exageran. Esto es una locura. Y yo que me creía tranquilo con mi gato pardo. Por supuesto, si buscan antes, no terminarán de detener a propietarios de gatos y perros.

No he dormido toda la noche. Debimos de desconfiar de los pardos a partir de que nos impusieron su primera ley sobre los animales. Después de todo, mi gato era mío, como su perro era de Charlie, debimos haber dicho “no”. Resistir más, pero cómo. Todo pasa rápidamente, el trabajo, las preocupaciones diarias. Los otros también bajan los brazos para estar un poco tranquilos, ¿no?

Alguien toca mi puerta. Así de pronto en la mañana, eso nunca ocurre. Tengo miedo. Todavía no amanece, aún el cielo está pardo allá afuera. Pero, dejen de dar esos golpes así de fuerte, ya voy.
Franck Pavloff - Mañana parda

sábado, 15 de mayo de 2010

Tirando del carro de los sueños

No permitas que nadie diga que eres incapaz de hacer algo, ni siquiera yo. Si tienes un sueño, debes conservarlo. Si quieres algo, sal a buscarlo y punto, ¿sabes? La gente que no logra conseguir sus sueños suele decirles a los demás que tampoco cumplirán los suyos.
En busca de la felicidad

El viaje íntimo de la locura