Poeta y basura

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“En el jardín hay un cerezo dormido, pero parece muerto. Este otoño comenzó a sentirse apático, y la dejadez se apoderó de su espíritu. La vida, cansada de verle abúlico y desastrado, decidió que lo mejor sería que se tomaran un tiempo para reflexionar sobre su relación, y se marchó de vacaciones, dejándole en un estado de abatimiento que hizo que se fuera consumiendo poco a poco hasta que acabó por convertirse en lo que es ahora: el aletargado esqueleto de un cerezo; una osamenta de madera clavada al suelo, que solo espera que regrese la vida”.

domingo, 23 de octubre de 2011

No hay calor para mis huesos fríos

¡Hola terrícolas!

*(Antes de nada, si quieres detener la música que se reproduce, ve a la siguiente entrada, la de abajo de esta).

Os traigo una sorpresa de las buenas, de esas que despiertan sonrisas. Hace unos meses, un músico amigo mío, D. G., me propuso participar en su grupo "Four Hands" con la letra para una canción de su segundo disco "Disconnected".

Me pidió que intentase reflejar en la medida de lo posible lo desgarrador de perder a un familiar directo, lo desolador de sentirse solo, desprotegido. Siendo así, compuse la letra, bautizando mi primera canción como "There's no heat to my frozen bones" (No hay calor para mis huesos fríos).

Para mi gusto, totalmente subjetivo aquí, el resultado quedó bastante bien, pudiendo quizás haberse mejorado la pronunciación (el resto de sus canciones son instrumentales).


Os dejo aquí la página web del grupo, un reproductor de la canción y la letra para que juzguéis vosotros mismos. Las estrofas en rojo son las mejores.

A más ver.


http://www.fourhandsproject.com/



Oh oh, naa naa, oh oh, naa

Watch the life going down
from  rivers to oceans.
Can you see the flying bird?
It’s lying on my left shoulder.

Take me!
With you, father.
I feel so lonely.

Take me!
With you, father.
Please, don’t go.

Here comes the train
to the dock of my brain.
Don’t you smell the smoke
that my head’s clouds broke.

And tell me why
it’s raining all day.
All day. All day. All day!

Here comes the pain
of this cruel game.
I don’t hear your voice
between wind’s noise.

No one…
... told me
the meaning yet.

No one…
… told me
it wouldn’t be the same.

I feel cold when winter’s come
and there’s no heat to my frozen bones.
I feel I rock my thoughts in words
until your old skin touched the dry wood.
I feel the sun; I feel the moon.
They’re unreachable.

I feel inside a burning soul.
That’s the true: now I am alone.
  Nítsuga Sotso Anibor
En Madrid a 26 de abril de 2011

viernes, 21 de octubre de 2011

La profecía

Igual que vuelve la aguja con el pespunte,
miro las hebras que quedaron en el camino;
ya completas fueron las horas,
ya los años entretejidos. 

Cuando un árbol herido savia llora,
gime su madera si roza al fuego;
pero es curiosa, y saber le urge. 

Si protestasen los vientos a mano alzada,
¡sabríamos del acíbar y su disgusto!

A dónde huirán las sombras con tanta prisa,
por qué dejarán tan desnudo al mundo.

Ven, blanca orquídea, ven
y dale cuerda a los cinco soles
de la profecía
                              que,           
                                        si no se cumple,
                                        viraremos a Xibalbá,
                                        a nuestra Casa Oscura. 

Pocos esculpen conscientes su sendero,
suele el pasado anticiparse al futuro;
¡ay de los que aún tratan de escrutar el cielo!
¿Acaso un pájaro vuela el azul en dos segundos? 

Linda flor,
no te avergüences por danzar
en la superficie de los lagos,
pues incluso roban nubes
las estrellas para verte. 

Como se extiende el aullar nocturno
de los que asaz nos sentimos lobos,
ilumina con violencia el Imperio de la Luna;
como reflejan ojos la voluntad de sus cuerpos,
ningún ser más palabras necesita.


Así,
a menudo el alma me toma preso,
y prófuga va en busca de bosques vírgenes.


Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados

domingo, 16 de octubre de 2011

Las escuelas matan la creatividad


Abordaré el tema desde dos perspectivas:

En primer lugar, colocando la mirada tras un prisma objetivo, Sir Ken Robinson no hace más que poner de manifiesto una lacra que llevamos arrastrando ya demasiado tiempo, demasiados siglos: el sistema educativo. Dicha lacra nace, vive, se reproduce y no llega a morir debido al consentimiento tácito de la sociedad y, a veces, incluso expreso y buscado. Pero, ¿realmente queremos que cambie? Depende. Depende de los criterios que consideremos relevantes. El ponente achaca a la Educación de hoy en día el holocausto de la creatividad; sin embargo, con el malogrado “bien común” en una mano y los aciagos “intereses económicos” en la otra, me pregunto qué le resulta más conveniente al Estado, si cultivar la creatividad o abogar por la robotización humana siempre que de ella obtenga incesante lucro. Sir Robinson afirma que “crecemos perdiendo creatividad y somos educados para seguir perdiéndola”, añadiendo, a ilustrativo modo de ejemplo, la jerarquización de las materias escolares. Pues bien, si, como decía el pintor malagueño, es cierto que todos los niños nacen artistas, tan solo debemos echar una breve mirada a nuestro alrededor o, simplemente, encender la televisión para percatarnos de que, desafortunadamente, el ponente no se equivoca. Por otra parte, resulta difícil atisbar, aunque sabemos qué pretende, sugerencia alguna al respecto. La ponencia versa sobre una realidad cercana, tangible, provoca desasosiego y uno llegar a pensar “¡qué mal! Esto se debería cambiar”, pero muy pocos tienen la capacidad, el tiempo y las ganas de enfrentarse a algo así, convirtiéndose ese “se” en el inevitable beneplácito del que quiere que las cosas cambien sin intentarlo. En este punto, enlazamos con que la traslación de las pretensiones en la realidad acostumbra a sorprenderse repleta de trabas y escollos arduamente salvables; ejemplo de ello han sido los cuasi siempre frustrados e innúmeros intentos de visionarios de la historia moderna y contemporánea de nuestra nación, quienes sospechaban que la solución a muchos problemas se encontraba en la Educación, ya que una buena base implica, normalmente, buenos resultados; apostar por ciertos valores, haciendo hincapié en aspectos actualmente desatendidos, augura una siembra con fruto asegurado: es el muro de carga del mañana, el pasaje al futuro.

Ahora, sumergiéndonos en la subjetividad y dada mi condición de discente, daré fe de que, día tras día, desgraciadamente, a menudo veo coartadas prácticamente toda creatividad, imaginación y capacidad de innovación, viéndome encerrado entre las férreas pastas de los manuales y las nobilísimas normas académicas. Exhausto de una docencia plana, unidireccional y excesivamente semejante entre profesor y profesor, no se me ocurre mejor metáfora que la del ansia de gritar, hacerlo y no oírse; ver el agua y no poder beber; comer y no saciarse. Evidentemente, un sistema que fomentase la creatividad resultaría de lo más positivo y enriquecedor: nos formaríamos y realizaríamos más humanamente, desechando a donde habita el olvido gran parte de la superficialidad, banalidad y trivialidad que plagan las relaciones sociales de hoy. Mas esto no implica que todo el mundo deba ser inventor o artista si no que la facultad creativa podría ser aplicada a infinidad de campos (por ejemplo, el empresario creativo).

Finalmente, a modo de cierre, añadiré que el binomio equivocación/riesgo en relación al aprendizaje mencionado por Carla merece especial atención. Si careciese el error de la denostosa connotación que acarrea y admitiésemos que se constituye como uno de los mejores senderos para aprender, cesaríamos en el infame uso de la lapidación de los instintos puesto que, de lo contrario, acabaremos como los personajes de Dickens en “Tiempos difíciles”: planos, iguales, víctimas de nuestro destino.

No tengamos miedo a estar equivocados.

Buenas noches.

Nítsuga Sotso Anibor

lunes, 10 de octubre de 2011

Proyecto de matadero

"No se puede luchar fuera sin que te hayan herido en casa".
Gonzalo Sánchez-Terán


Aún es mío,
mas el futuro se agota
como el agua de un oasis.

Se inquietan los rocines flacos,
ya no corren galgos
y callan hombres como la selva calla
ante la ley del más avaro.


Es peligroso, amigo mío,
cruzar la puerta y ser guía
de tus pasos, pues incluso

los jinetes temen el camino.

¿Qué ha sido del caballero
y su caballo? ¡Ay…! Hay que
gritar por tantas cosas
que lo conocido se vuelve
ajeno; ha de sentir el poeta
tan dentro que ruge la tormenta
su destino y siempre, siempre
volverán las golondrinas
del poema.

Tan solo quiero serrar
el amor que siento por la Tierra
y regalarte todos los besos
que pueda albergar el reflejo
del mar en luz de luna llena.

Por qué los corazones
quieren más de lo que tienen;
¡no sé cómo pechos no se afligen!
Será la cara amable de las rocas
un agrio lecho para quien a la vida
embiste.

Igual que un perro a su amo llora,
se aferran al hierro los presos para ser libres;
ningún genio sale si no se frota,
dónde está el sabio que al listo contradice.

Aman, aman
y de repente odian.

Un refugio donde hundir
la mirada; veo en tus ojos
y tus ojos no son nada.


¡Llorad! ¡Porque no todas
las lágrimas son amargas!
¿Acaso no apuñalan las monedas
a las caras con las que cargan?

Digo –y a veces parece que sólo yo digo–,

que toda cicatriz busca su cuchillo,
que nada tiene sentido si no acaba.


Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados

lunes, 3 de octubre de 2011

Noctívagos son los que a deshora vagan

Ir y venir de los días
que las tardes, cárdenas, despiden;
arrullar del recuerdo al oído,
admitir que el pasado nos persigue.

No pocos cambia la noche pensamientos
como de amor corazones se desvisten;
tanto distan razones de latidos
que incluso mares sabrán hundirse.

De súbito, como se apaga la vida,
los sentires ya son vueltos;
vivo fuego que junglas desafía
dicta pasos que no son nuestros.


¿También tú, Bruto,
conspiras en mi aliento?
Pues sí fue el aire
la causa de iracundos vientos.

Háblame, níveo albor,
del por qué, por qué candentes besos.

Tú, astuta náyade,
limas las horas del sendero.


Que son, que serán, a más ver,
la espera que me espera;
igual que al hombre se cosen
los charcos a sus huellas.


Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservado


El viaje íntimo de la locura