Poeta y basura

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“En el jardín hay un cerezo dormido, pero parece muerto. Este otoño comenzó a sentirse apático, y la dejadez se apoderó de su espíritu. La vida, cansada de verle abúlico y desastrado, decidió que lo mejor sería que se tomaran un tiempo para reflexionar sobre su relación, y se marchó de vacaciones, dejándole en un estado de abatimiento que hizo que se fuera consumiendo poco a poco hasta que acabó por convertirse en lo que es ahora: el aletargado esqueleto de un cerezo; una osamenta de madera clavada al suelo, que solo espera que regrese la vida”.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Improv Everywhere

Una de las mejores páginas/movimientos que he descubierto recientemente ha sido IMPROV EVERYWHERE. Se trata de un grupo de artistas que organizan "scenes", es decir, en un alarde de derroche imaginativo, confeccionan situaciones de lo más originales que arrancan la sonrisa irremediable hasta al espectador más serio. Se organizan en "misiones" y avisan de sus actos multitudinarios por Internet, por si coincide con tu ciudad y quieres participar. Con mucho más tacto que el protagonista del anterior post, son capaces de crear cosas como estas:

 



jueves, 22 de diciembre de 2011

Rémi Gaillard, un francés atípico

La mayoría de vosotros habréis oído hablar de las hazañas y proezas de Rémi Gaillard, uno de los pocos franceses por los que profeso admiración. Este tipejo es un humorista que se convirtió en centro de atención de los medios de comunicación del país después de protagonizar diversas bromas a modo de sketch difundidas por internet, como por ejemplo la aparición fraudulenta como futbolista durante la final de la Copa de Francia de 2002, tomando parte en las celebraciones y saludando al presidente Jacques Chirac.

Aunque a veces sobrepasa ciertos límites y demuestra una total falta de respeto por la autoridad, lo cierto es que con sus disfraces, sus intrusiones y sus bromas se ha convertido en un gabacho envidiable. Os dejo aquí su página web y un vídeo resumen con una pedazo de canción. Perfecto para días alicaídos.


martes, 20 de diciembre de 2011

Teoría de los días

Como una virgen llora
a su hijo muerto,
querían saber de la vida
los ratones.
E la nave va, desafiante,
surcando almas,
pivotando sobre las palmas
del agua fría.
Las brumas bajas,
paseando luz de plata,
engullen la vista de todo hombre
y en círculos, como en danza,
honran la finitud del pensamiento.
¿Quién quiere un corazón
de estiércol si el mañana no se sabe?
Medusa se ve bella
en su espejo y ningún héroe osa a no
aullar si la oscuridad palpita.
¡Ay de los colores! ¡Ay de mis recuerdos!
Tan necesario
es morir como vivir para merecerlo.
Yo sé

que hay flores que planean
escalar el estrellato
y, desde arriba, apuñalarse
libres. También sé
que hay nubes inmarcesibles
y, por lo menos, días distintos.


Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados

domingo, 18 de diciembre de 2011

"Hero", de Miguel Endara

Posteo un impresionante vídeo de Miguel Endara, diseñador estadounidense que en 210 horas hizo el dibujo resultante a base de 3.2 millones de puntos de tinta. ¿Os imagináis la desesperación? ¿El ahínco? Normal que el vídeo haya sido llamado "Hero". Es un héroe.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Entrevista a Igor Kutuzov

Hoy, nada más ni nada menos, contamos con la etérea presencia de Igor Kutuzov, escritor barcelonés recién salido de un naufragio de sangre, bajo cuyo nombre se esconde el mismísimo Igor Kutuzov. Hace unas semanas salió a la luz su engendro “ANTIGUA VAMURTA”, libro de género fantástico y de aventuras que podéis encontrar en las principales distribuidoras. Una vez hecha la publicidad pertinente, resulta necesario apuntar que mi relación con este curioso espécimen arranca en la pasión hacia los mundos raros que profesamos, como pueden ser los sueños o la poesía, pero sobretodo el ahínco que demuestra en su hipótesis de que soy la reencarnación del poeta extremeño Francisco de Aldana. Sus comentarios y anotaciones, junto a los del Gran Dux, me han hecho mejorar y atisbar nuevos horizontes. Por ello, he redactado una amalgama de preguntas insólitas para dotar a esta entrevista del adjetivo peculiar.

 

Sin mayor dilación, agarraos a vuestras sillas:

1) Igor, muy buenos días, días.
Buenas, pero Agustín, ¿qué escribías tu hace unos siglos? tras tanto acá y allá yendo y viniendo / cual sin aliento inútil peregrino, / ¡oh Dios!, tras tanto error del buen camino, / yo mismo de mi mal ministro siendo/. ¿Acaso no compartimos los dos esta maldición y certificado de defunción?

2) Para romper el hielo: imagínate que estás en una cita con una chica peligrosamente voluptuosa, casi ilegal, y tú, de repente, en aras de sacar a relucir tus virtudes, sacas tu tocho… ¿cómo reaccionaría?
Escena 1: «Hola, soy Igor. Mira, que he escrito una novela fantástica y bla, bla, bla». «Ah, y cuántos libros has vendido…», dice ella. Le explico. «Bueno Igor, me voy, que he visto unos amigos allí al fondo».

Escena 2: «Hola, soy el doctor Kutuzov. He escrito un libro de autoayuda». «Ah, qué bien», dice ella. «Sí, sirve para la gente desorientada, que padece tristeza, pereza y autocompasión. Ya estoy en la vigésimo cuarta edición y bla, bla, bla».

Y así lo casi ilegal y la curva crujiente, como un arrugado billete de veinte, resulta envolvente cerca del bajo vientre.

3) En relación al carácter polivalente del libro, de tirárselo a alguien a la cabeza… ¿a quién sería? Tienes tres opciones. Arguméntalas.
- Primera opción: tirárselo a la cabeza de un desconocido, cosa que ya he hecho. He donado un par de ejemplares a la red de bibliotecas de Barcelona.
- Segunda opción: tirárselo a la cabeza de Merkozy. Europa no es un ente financiero, exclusivamente. Quizás, tras leer el libro, este par de enamorados dejarían de escuchar a sus prestamistas nacionales, que los hacen navegar por las aguas del corto plazo material.
- Tercera opción: a mí mismo, con un mensaje: «deja de lamentarte por el tiempo perdido».

4) ¿A quién se lo regalarías?
A uno de esos tipos de veo cuando salgo a correr por el barrio y que jamás se mueven de la puerta del bar. 

5) Pongámonos serios: en el supuesto de que viviésemos mañana un Apocalipsis y dentro de mil años otra especie diese con tu libro… ¿qué crees que pensarían de él y de ti?
De mí dirían, pero a este tardosapiens, qué le pasó por la cabeza. ¿No tenía nada mejor que hacer?… De Vamurta, estoy convencido, dirían: «esta es una muestra más de la decadencia del mundo en el siglo XXI. En lugar de preocuparse por las goteras en el techo de su casa de ozono, el tipo este gastó fabulosas energías en escribir un folletín medieval que no conducía a nada». ¿A nada, realmente? ¿Y los sueños? 

6) Redacta un pequeñísimo micro-cuento en el que el Antigua Vamurta te salva la vida.
Mediados del siglo XXI. La Unión Europea ha sido sometida por la renacida Unión de los Estados Euroasiáticos. Ya nadie usa bolsos de Louis-Vuitton. Igor Kutuzov, detenido por la guardia siberiana cuando intentaba robar “El Buscón” de los almaceniotecas bunquerizadas de las fuerzas de ocupación, es interrogado por un oficial nacido en una cueva recóndita del desierto del Gobi.
- ¡Bastardo! Los libros prohibidos no se tocan —dice el teniente—. Pagarás esta ofensa a los soviets con tu vida.
- Señor —le susurra un funcionario—. Este abuelo chamuscado y asustado es el que escribió ese librito que le gusta…
El oficial se levanta, algo sorprendido, y suelta:
— Hijo del gran Satán…Tanto parlotear para nada. Nunca acabaste la segunda parte. Haremos un trato, ¡traigan un tablet URSSPhone y mucho vodka!

7) Imaginemos que Antigua Vamurta, como libro, echa patitas y una tarde se encuentra con la Constitución Española de 1978. ¿Qué le diría?
Primero, la invitaría a fumar y luego le daría fuego. Más tarde, pasearíamos, lomo contra lomo, por las calles grises de Barcelona. Quizá nos sentaríamos en una de esas terracitas en las que caen los deliciosos últimos rayos de otoño. Y hablaríamos del fin de los ciclos. Saborearíamos unos boquerones acompañados de cerveza no muy fría, y ya relajados, le preguntaría: «cómo te sientes sabiendo que eres papel mojado». A lo mejor no respondería nada. «Sí, hombre», insistiría, «sabes que hay un puñado que viven unas cuantas líneas más arriba del límite de tus márgenes superiores. Que no eres igual para todos, sólo sirves para los débiles, los que están en tu ley». A lo mejor lloraría. «No llores que eres papel y tinta. Y eso no resuelve la cuestión; en España los poderosos no están a tu servicio, porque están por encima de tu ley». Luego le daría la mano, para tranquilizarla. Le recordaría lo que me dijo una vieja, antes de morir: «Igor, la clave de la vida es adaptarse». Luego caminaríamos por la Gran Vía, hacia el oeste, por donde cae el sol y durante un tiempo sobrevive el ocaso.

8) Una enseñanza de Antigua Vamurta.
Todo es posible.
Vivimos en una época donde se repite una consigna, disfrazada en muchos colores y en líneas distintas: «toda resistencia es vana. No hagas nada para cambiar las cosas. Ni lo intentes». 

9) Un defecto.
Soy lento. Escribo con lentitud, sube el café con lentitud. Escribo el segundo libro de Vamurta con lentitud. Y en el primer libro de Vamurta hay fragmentos muy ágiles y otros algo lentos. ¡Ah! Y las erratas. Me he dejado unas cuantas, a modo de minas-trampa. Espero que la historia compense esos defectos.

10) De tener que leer tu libro escuchando un disco, ¿con cuál sería?
Sin lugar a dudas, La Sexta Sinfonía de Geritten, de Mijaíl Suvórov.

11) De tener que leer tu libro viendo una película, ¿con cuál sería?
Inspiración directa y siendo tan original en esto como el que acompaña el té con galletas de mantequilla. Excálibur. No sólo por la épica y lo fantástico, también por un sin fin de hebras míticas y simbólicas que emergen en esta lectura de las leyendas artúricas.

12) De tener que leer tu libro leyendo otro libro, ¿con cuál sería?
Canto de la Vida Muerta, de Juan Eduardo Cirlot.

13) ¿Debemos leer tu libro?
A pesar de ser la mejor novela épica de los últimos 50 años, la respuesta es no. De ningún modo. Mejor leer El Gatopardo. El único defecto que tiene el Gatopardo es que me quedan 30 páginas para acabarlo.

14) Recientes estudios de científicos de la Universidad de Standford han demostrado que Antigua Vamurta tiene un trasfondo en relación directa con la realidad humana. ¿Cuáles crees que han sido los resultados?
Defectuosos, como cualquier estudio de Standford. Y partidarios. Aunque el principio teórico de la relación directa podría ser válido. Los resultados son que en Antigua Vamurta, además de la aventura, hay un estudio de la condición humana en situaciones adversas. ¿Podemos ser generosos cuando nuestra vida está en peligro? ¿Somos capaces de favorecer a los demás cuando las frustraciones nos devoran? Aunque la novela tenga un trasfondo trágico, creo que peco de optimista.

15) Volvamos a imaginar que: en un mundo post-catastrófico, la especie humana resurge de sus cenizas, dan con tu libro, te toman por profeta y lo adoptan a modo de Biblia, de libro santo. ¿Cuáles serían sus diez (si son diez) mandamientos?
- Igualdad de todos frente a la ley.
- No te endeudarás de por vida por más de los que puedas ganar en tres años.
- Si incumples la ley, como medida de reinserción social, asistirás a un concierto de Isabel Pantoja.
- No amarás a la mujer de Rajoy.
- El estrangulamiento de las masas sólo sirve para empobrecer las naciones.
- Tu Dios no es el primero.
- Tú tampoco lo eres.
- El odio crece cuando dejan de hacerse preguntas.
- Si descubres que tus enemigos no tienen razones usa todas las armas, hasta las más innobles.
- Es el tiempo el enemigo de los hombres. Apaga la tele, afila tus uñas, baja a la calle.
- Ama, que algo queda.

16) ¿Te consideras un poco más culpable de la tala de árboles ahora que has publicado?
Me siento más culpable cuando, en lugar de un eterno plato de cerámica, me como los pistachos sobre una servilleta de celulosa. 

17) Cuéntanos alguna pesadilla que hayas tenido en relación al libro.
Merlín, en Excálibur dijo: “Desgraciadamente, la perdición de los hombres es el olvido”.

Las pérdidas. A veces tengo una buena idea y luego la olvido, como un mechero que no sabes dónde lo has dejado. Quizás inducido por tu propia pregunta, ayer tuve un sueño: escribía tres o cuatro páginas de una sola tacada. La mano me dolía pero las palabras seguían surgiendo, atronadoras. Ostia, fue tan vívido que cuando desperté pensé que la noche anterior realmente había escrito esas cuatro páginas. Pero fue un sueño, y las palabras se desvanecieron.

18) ¿Qué otros usos secretos (pasados, presentes o futuros) aparte de los aquí señalados tiene Antigua Vamurta?
Una vez leído o medio leído el libro, puede servir como mata mosquitos en verano, puesto que tiene un cierto peso. Igualmente, si tienes ahí una estantería baratita de Ikea, ese blanco reluciente puede ser matizado con los ocres de Vamurta. Hermosa imagen en tu cuarto. En un plano horizontal, puede ser útil para cortar nanas y cebollas, en uno vertical, para despertar sonrisas, y en diagonal puede lograr que tu sección de libros “pendientes de lectura” quede, por fin, encajada y las novelas dejen de moverse cada vez que la pareja que vive encima de ti se pongan a buscar su primer hijo, que no llegará, puesto que ella se ha puesto un DIU y no le ha dicho nada a él, que cree que sus espermatozoides son de la subclase “hoy no me puedo levantar, el fin de semana lo paso fatal”. Y puestos a ser prácticos, también tiene el uso de ordenar las cartas de amor que recibes. ¡Ah! Pero si hace años que no recibes ninguna y tu buzón es un tragaperras de recibos bancarios. Si es así, ha llegado el momento de hacerte preguntas o pasar a la siguiente.

19) Si apuñalásemos tu libro en un ritual satánico tras verter sangre de gaviota sobre él, ¿qué crees que ocurriría?
Nunca, nunca debes hacer eso. ¿Te imaginas lo que ocurriría en tu dormitorio, en el propio comedor de tu hogar si, de repente, cobran vida los hombres rojos, los sufones, los grises y los vesclanos, traspasan la prisión de la realidad y campan como el mismísimo Mío Cid por las llanuras de tu cocina y vacían tu nevera, ya de por si un auténtico páramo pues es sabido que los poetas pasean mucho y comen poco? Todo lo que has hecho, al garete. Tu vida se transformaría en una larga y angustiante epopeya. Serías, casi, como Dasteo.

20) Pregunta comodín: desahógate a gusto y empápanos de tu sabiduría revelando cuál es el sentido de la vida para ti.
El primer sentido de la vida es pasar. Quiero decir, estar aquí. Lo que no deja de ser un éxito. Mientras estás, hay deseo. Y el deseo puede hacer que hagas cosas.

El otro día, bueno, hace casi un año, charlaba con una de mis hermanas. Dijo una cosa que me llamó la atención. Hablábamos de proyectos. Y ella dijo: «lo importante es tener proyectos. Ver como progresas. Eso es lo que te hace feliz, sentir que avanzas».

Muchas gracias por tu colaboración Igor. Esperamos haber estado a la altura. Un abrazo.
Hallo, en fin, que ser muerto en la memoria / del mundo es lo mejor que en él se asconde,/
pues es la paga de él muerte y olvido.

Ya tenías razón, ya. Pero con tus preguntas, has hecho divertido y ameno el olvido. Gracias a ti, camarada.

martes, 6 de diciembre de 2011

Viejo druida

Secretos que verter
al pozo contaminado de mis ruinas
y, a lo lejos, un arcoíris nauseabundo.

Los árboles perdonan
al hacha, no a la mano
y, a lo lejos, trocó el cielo añil.

Qué vale más:
¿el amor o las ganas de no morir?
Dime, viejo druida.

Sí, al final siempre descienden
los deseos de la duda
y, cómo no, hay mares bajos en azúcar.

Uno, dos y hasta
tres cantos necesita
la montaña para abrirse.

No hubo quien sepa
el dolor del olvido eterno
ni la felicidad de rodar libre por el mundo.

Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Roja crin

Caminantes de arena: levantaos y andad
pues están por despertar los gigantes
de cada silencio.
Reyes del desierto, por donde
arden las palmeras, guardad
los senos de las dunas.

¡Oh, aurora nueva! ¿Qué será de mí mañana?
Qué de las olas muertas y
las no natas. Abriránse los océanos
entregándose puros al estrellato
y nacerán besos, sí, miles de besos
que robarán al mar el mar
y al cielo su secreto.

¡Cabalga conmigo rumbo al amanecer!
Rojas, fulgurantes las crines
de la vida para que,
en la fría luz del día,
nos atrevamos a pisar
el jardín sagrado.


Podré calentar la espada
con el labio pero,
igual que se queja la azada
del terreno ingrato,
riegan los años las asperezas
del pasado. ¿No me oís?

¡Siembro mi voz en vuestros campos!
Y nada recojo, nada.
Oh, ¡voz dormida!
Qué será de los oídos ahogados;
qué de ti, qué de mí… qué.


Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados

sábado, 19 de noviembre de 2011

Mirando el abismo

Yo, Juan de Mendoza Díaz, vengo a declarar lo siguiente: he matado.

Día 1

Ya hubo baladas en la cárcel de Reading, también el señor Meursault se las tuvo que ver con los barrotes. No será tan malo, ni tan duro. Qué importa… catorce años se pasan volando.

Día 15 

Nadie me dijo que estaría en régimen cerrado. ¿Qué es esto? Más de veinte horas solo en una celda… creí que podría relacionarme con otros presos. Bueno, no importa, mejor solo que mal acompañado.

Día 127

Ciento cincuenta minutos se me conceden exactamente para salir al patio. Ni uno más, ni uno menos. Los guardias, huraños, mezquinos, intentan quebrar nuestro estado de ánimo tratándonos como a perros o, lo que es peor, no tratándonos. Pobres desgraciados: yo seré preso por mis hechos, mas ellos lo serán por sus pecados.

Día 205

Día tras día, hora tras hora, segundo tras segundo. He perdido la percepción del tiempo. Hoy se parecía mucho a ayer, y a mañana, y a anteayer, y a hace dos semanas. Pero qué importancia tiene, si algún día saldré.

Día 334

Hace frío: el verano, como mi felicidad, desertó en la lobreguez de los pensamientos del que vive consigo mismo. El cuarto, destartalado no por el desorden sino por lo triste, me engulle poco a poco… su aliento de cemento, su silla de insulso plástico anclada al suelo y un colchón de gomaespuma que se apiada de mí algunas madrugadas, apolillándose por no llorar. El váter, colocado al lado de la cabecera de la cama, me invita a soñar con las cañerías y su agrio olor de heces muertas. ¡Hasta el aire se encuentra carcomido! Pero, ¿para qué respirar? Si aquí ni eso importa.

Día 730 (más o menos)

Según mis cálculos, ya llevo dos años. Hoy no está solo el cuarto frío, lo está también el mundo, calvo, desolado, sin rostro.

Día 1062

Caminando en círculos (o circulando en caminos ya trazados), pienso en muchas cosas: ¿cuántas almas hay aquí? ¿Cuántos ya se fueron y cuántas se quedaron? Esto es una cárcel dentro de una cárcel, un infierno dentro de otro. La mirada de mis ojos se pierde y la imaginación me traiciona trayéndome el pasado e hipótesis de futuro. Que no, que no importa.

Día 1245

¿Y si me fugo?

Día 1491

Asomado a la ventana de mi habitáculo, la luz de la ciudad se amotina contra la oscuridad impuesta por la noche. O eso creo, pues las vistas a través de barrotes son de dobles barrotes y un gran muro de hormigón indiferente a todo cuanto sucede, como si no importase. Escucho, sí, escucho la respiración entrecortada de algunos coches, el ruido de un tranvías agonizando o incluso a mi vecino de celda cuando tose. Preferiría no escuchar nada.

Día 1902

Hoy llueve: no salgo.

Día 1903

Me calé durante la noche. Contesté mal al guardia al desnudarme. Hoy tampoco salgo.

Día 2245

Hoy brilla el azul del cielo, pero los rayos del sol mueren en la reja que cubre el patio, cerniéndose sobre mí vestidos con deshilachadas sombras moribundas. Tampoco importa demasiado, mi cuerpo se ha acostumbrado a lo húmedo de la celda cuando me ducho. Pocas veces me siento tan desprotegido cuando, sin cortina pero con una brisa navajera, me corta la piel el gélido tacto de la no presencia.

Día 2876

Quiero leer pero con esta luz no puedo. Quiero dormir pero mi vecino tose demasiado. Quiero hablar con alguien pero nadie nunca puede. Quiero cumplir, salir y vivir pero así no llego. Quiero que no me importe pero cuesta.

Día 3005

La comida llegó a su hora por la trampilla de la puerta que da al suelo; me quedé dormido y estaba repleta de hormigas. Reclamé y no importó.

Día 4304

¡Oíd paredes, espacios insondables y sociedad sorda! ¡Oíd la voz del que a menudo olvida que tiene! ¡Sentid las manos aferradas a la angustia y un alma que escarcha besa! Dios, ¿dónde estás? ¡Arráncame la ojeriza de la memoria!

Día 4966

Y porque hace demasiado tiempo que a nadie le va a importar, con la silla por cadalso, la tubería del techo como horca y la soledad por verdugo, doy el paso hacia el vacío de la libertad.

Nítsuga Sotso Anibor

martes, 15 de noviembre de 2011

Prototipo roto

Ya hizo la escarcha de las suyas
congelando el rocío que toda flor
llora por el pasado.

Muy alto vuela
hacia el Campo de Marte
cada beso muerto y no dado;
amigo, la eternidad no espera,
rugir el tren solía y
recelosa la vida de los enamorados.

Ya hizo la lluvia de las suyas
mojando la sombra que la edad
proyecta hacia cipreses campos.

Lejos quedan
las sonrisas, la familia: lo heredado.
Normal que la tierra titirite
si desde cada marcha
no ha escampado; igual que una gota
busca a su madre nube, grito yo
por encontrarme en mi garganta

pues es triste ver cómo
todo buen padre de familia no muy torpe,
tampoco avezado
procura distraerse con diligencia.


Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados

domingo, 6 de noviembre de 2011

El paraguas

Desosegadas pero vehementes,
van a dar, nacidas en la Catarata del Ojo Húmedo,
lágrimas de zafiro sobre un paraguas negro.

Quisiera la nota viajar en botella,
rebelarse el águila de orgullo dolorido
o reflorecer los caminos levantados.

Queda mudo cada pie
cuando todos los espantapájaros
violan el aire con misereres; ciegos
los ojos de cada esquina.

Y yo
sucumbo —como el fracaso
de un chiste, como un sombrero
rasgueado— al descomponer
las teselas de lo oscuro.


No diré que no lloréis,
¿acaso se le puede pedir a
la sangre que no hierva?


Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados

viernes, 4 de noviembre de 2011

Cronocidio

Cerróse en ciernes el firmamento
por la migración de estrellas:
¿palpó la marcha? ¿Susurró la boca?
Con así, solas las calles, caliente
la espera, nadie se atrevía
a preguntar.

Ya se saben las historias
recelosas de secretos…
¡amén a tanta prisa! ¡Voz
atada! ¡Cólera naciente!
¡Verdugo hastío! ¡Desidia —¿dónde
estás?—
ley eres! Y, al final, suave…
suave brisa.

Pequeño, exiguo pozo de deseos:
¿qué lo es todo y nada es?
Rota, confusa, ¡oh preciosa vorágine
de lamentos! Lava mis heridas,
sécalas al viento.


Una, dos, tres…
infinitas, testarudas olas
acarician lo que no tienen:
eterno abrazo, patria propia.
Dime, ¿confía el desierto más desierto
en la bondad de la tormenta?

Reloj apuñalado,
horas muertas.


Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados

jueves, 3 de noviembre de 2011

Cafés vieneses y cine

Este puente tuve la suerte de visitar vestigios del antiguo imperio austro-húngaro. Fui a Viena y, someramente, haré cinco recomendaciones: dos cafés y tres películas.

Inmerso en una ciudad para mi gusto demasiado "gloriosa", calles demasiado anchas, fachadas horriblemente pulcras y palacios a la vuelta de cada esquina (no os imagináis cómo añoraba Palermo mientras pateaba la ciudad), en dos ocasiones me sentí cálido. El Café Hawelka, punto literario de muebles cansados pero hogareños, me recibió con un gran chocolate caliente. En cuanto al otro, algo más refinado, el Café Central, ambientado con pianista, se encuentra rodeado de columnas de estilo sencillo y arquitectura que invita a soñar.

La verdad es que, ante tanto deslumbre y derroche arquitectónico, me dio un empacho, por lo que tuve que refugiarme en películas. Casi preceptivamente deberías ver las que a continuación os propongo. Tienen en común que muestran los distintos tipos de vida, culturas y gentes de cada país. ¿Acaso no es uno de los mejores métodos para viajar?

- Estación Central de Brasil: impresionante road movie en la que, con una actuación estelar, los originales protagonistas nos muestran una historia "molto carina".
- El cartero (y Pablo Neruda): si la correlación de la anterior, un niño chico y una solterona entrada en años era llamativa, esta lo es casi aún más pues se desarrolla a través de la relación entablada entre el poeta Pablo Neruda y un humilde cartero que le lleva la correspondencia a su casa en una isla durante el exilio.
- Tsotsi: muy buenísimo film sudafricano en el que el joven actor encarna a la perfección a quien representa hasta dar la impresión de que hace de él mismo. Dura y real.

Con esto, prosigo en mis estudios. ¡A más ver!

domingo, 23 de octubre de 2011

No hay calor para mis huesos fríos

¡Hola terrícolas!

*(Antes de nada, si quieres detener la música que se reproduce, ve a la siguiente entrada, la de abajo de esta).

Os traigo una sorpresa de las buenas, de esas que despiertan sonrisas. Hace unos meses, un músico amigo mío, D. G., me propuso participar en su grupo "Four Hands" con la letra para una canción de su segundo disco "Disconnected".

Me pidió que intentase reflejar en la medida de lo posible lo desgarrador de perder a un familiar directo, lo desolador de sentirse solo, desprotegido. Siendo así, compuse la letra, bautizando mi primera canción como "There's no heat to my frozen bones" (No hay calor para mis huesos fríos).

Para mi gusto, totalmente subjetivo aquí, el resultado quedó bastante bien, pudiendo quizás haberse mejorado la pronunciación (el resto de sus canciones son instrumentales).


Os dejo aquí la página web del grupo, un reproductor de la canción y la letra para que juzguéis vosotros mismos. Las estrofas en rojo son las mejores.

A más ver.


http://www.fourhandsproject.com/



Oh oh, naa naa, oh oh, naa

Watch the life going down
from  rivers to oceans.
Can you see the flying bird?
It’s lying on my left shoulder.

Take me!
With you, father.
I feel so lonely.

Take me!
With you, father.
Please, don’t go.

Here comes the train
to the dock of my brain.
Don’t you smell the smoke
that my head’s clouds broke.

And tell me why
it’s raining all day.
All day. All day. All day!

Here comes the pain
of this cruel game.
I don’t hear your voice
between wind’s noise.

No one…
... told me
the meaning yet.

No one…
… told me
it wouldn’t be the same.

I feel cold when winter’s come
and there’s no heat to my frozen bones.
I feel I rock my thoughts in words
until your old skin touched the dry wood.
I feel the sun; I feel the moon.
They’re unreachable.

I feel inside a burning soul.
That’s the true: now I am alone.
  Nítsuga Sotso Anibor
En Madrid a 26 de abril de 2011

viernes, 21 de octubre de 2011

La profecía

Igual que vuelve la aguja con el pespunte,
miro las hebras que quedaron en el camino;
ya completas fueron las horas,
ya los años entretejidos. 

Cuando un árbol herido savia llora,
gime su madera si roza al fuego;
pero es curiosa, y saber le urge. 

Si protestasen los vientos a mano alzada,
¡sabríamos del acíbar y su disgusto!

A dónde huirán las sombras con tanta prisa,
por qué dejarán tan desnudo al mundo.

Ven, blanca orquídea, ven
y dale cuerda a los cinco soles
de la profecía
                              que,           
                                        si no se cumple,
                                        viraremos a Xibalbá,
                                        a nuestra Casa Oscura. 

Pocos esculpen conscientes su sendero,
suele el pasado anticiparse al futuro;
¡ay de los que aún tratan de escrutar el cielo!
¿Acaso un pájaro vuela el azul en dos segundos? 

Linda flor,
no te avergüences por danzar
en la superficie de los lagos,
pues incluso roban nubes
las estrellas para verte. 

Como se extiende el aullar nocturno
de los que asaz nos sentimos lobos,
ilumina con violencia el Imperio de la Luna;
como reflejan ojos la voluntad de sus cuerpos,
ningún ser más palabras necesita.


Así,
a menudo el alma me toma preso,
y prófuga va en busca de bosques vírgenes.


Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados

domingo, 16 de octubre de 2011

Las escuelas matan la creatividad


Abordaré el tema desde dos perspectivas:

En primer lugar, colocando la mirada tras un prisma objetivo, Sir Ken Robinson no hace más que poner de manifiesto una lacra que llevamos arrastrando ya demasiado tiempo, demasiados siglos: el sistema educativo. Dicha lacra nace, vive, se reproduce y no llega a morir debido al consentimiento tácito de la sociedad y, a veces, incluso expreso y buscado. Pero, ¿realmente queremos que cambie? Depende. Depende de los criterios que consideremos relevantes. El ponente achaca a la Educación de hoy en día el holocausto de la creatividad; sin embargo, con el malogrado “bien común” en una mano y los aciagos “intereses económicos” en la otra, me pregunto qué le resulta más conveniente al Estado, si cultivar la creatividad o abogar por la robotización humana siempre que de ella obtenga incesante lucro. Sir Robinson afirma que “crecemos perdiendo creatividad y somos educados para seguir perdiéndola”, añadiendo, a ilustrativo modo de ejemplo, la jerarquización de las materias escolares. Pues bien, si, como decía el pintor malagueño, es cierto que todos los niños nacen artistas, tan solo debemos echar una breve mirada a nuestro alrededor o, simplemente, encender la televisión para percatarnos de que, desafortunadamente, el ponente no se equivoca. Por otra parte, resulta difícil atisbar, aunque sabemos qué pretende, sugerencia alguna al respecto. La ponencia versa sobre una realidad cercana, tangible, provoca desasosiego y uno llegar a pensar “¡qué mal! Esto se debería cambiar”, pero muy pocos tienen la capacidad, el tiempo y las ganas de enfrentarse a algo así, convirtiéndose ese “se” en el inevitable beneplácito del que quiere que las cosas cambien sin intentarlo. En este punto, enlazamos con que la traslación de las pretensiones en la realidad acostumbra a sorprenderse repleta de trabas y escollos arduamente salvables; ejemplo de ello han sido los cuasi siempre frustrados e innúmeros intentos de visionarios de la historia moderna y contemporánea de nuestra nación, quienes sospechaban que la solución a muchos problemas se encontraba en la Educación, ya que una buena base implica, normalmente, buenos resultados; apostar por ciertos valores, haciendo hincapié en aspectos actualmente desatendidos, augura una siembra con fruto asegurado: es el muro de carga del mañana, el pasaje al futuro.

Ahora, sumergiéndonos en la subjetividad y dada mi condición de discente, daré fe de que, día tras día, desgraciadamente, a menudo veo coartadas prácticamente toda creatividad, imaginación y capacidad de innovación, viéndome encerrado entre las férreas pastas de los manuales y las nobilísimas normas académicas. Exhausto de una docencia plana, unidireccional y excesivamente semejante entre profesor y profesor, no se me ocurre mejor metáfora que la del ansia de gritar, hacerlo y no oírse; ver el agua y no poder beber; comer y no saciarse. Evidentemente, un sistema que fomentase la creatividad resultaría de lo más positivo y enriquecedor: nos formaríamos y realizaríamos más humanamente, desechando a donde habita el olvido gran parte de la superficialidad, banalidad y trivialidad que plagan las relaciones sociales de hoy. Mas esto no implica que todo el mundo deba ser inventor o artista si no que la facultad creativa podría ser aplicada a infinidad de campos (por ejemplo, el empresario creativo).

Finalmente, a modo de cierre, añadiré que el binomio equivocación/riesgo en relación al aprendizaje mencionado por Carla merece especial atención. Si careciese el error de la denostosa connotación que acarrea y admitiésemos que se constituye como uno de los mejores senderos para aprender, cesaríamos en el infame uso de la lapidación de los instintos puesto que, de lo contrario, acabaremos como los personajes de Dickens en “Tiempos difíciles”: planos, iguales, víctimas de nuestro destino.

No tengamos miedo a estar equivocados.

Buenas noches.

Nítsuga Sotso Anibor

lunes, 10 de octubre de 2011

Proyecto de matadero

"No se puede luchar fuera sin que te hayan herido en casa".
Gonzalo Sánchez-Terán


Aún es mío,
mas el futuro se agota
como el agua de un oasis.

Se inquietan los rocines flacos,
ya no corren galgos
y callan hombres como la selva calla
ante la ley del más avaro.


Es peligroso, amigo mío,
cruzar la puerta y ser guía
de tus pasos, pues incluso

los jinetes temen el camino.

¿Qué ha sido del caballero
y su caballo? ¡Ay…! Hay que
gritar por tantas cosas
que lo conocido se vuelve
ajeno; ha de sentir el poeta
tan dentro que ruge la tormenta
su destino y siempre, siempre
volverán las golondrinas
del poema.

Tan solo quiero serrar
el amor que siento por la Tierra
y regalarte todos los besos
que pueda albergar el reflejo
del mar en luz de luna llena.

Por qué los corazones
quieren más de lo que tienen;
¡no sé cómo pechos no se afligen!
Será la cara amable de las rocas
un agrio lecho para quien a la vida
embiste.

Igual que un perro a su amo llora,
se aferran al hierro los presos para ser libres;
ningún genio sale si no se frota,
dónde está el sabio que al listo contradice.

Aman, aman
y de repente odian.

Un refugio donde hundir
la mirada; veo en tus ojos
y tus ojos no son nada.


¡Llorad! ¡Porque no todas
las lágrimas son amargas!
¿Acaso no apuñalan las monedas
a las caras con las que cargan?

Digo –y a veces parece que sólo yo digo–,

que toda cicatriz busca su cuchillo,
que nada tiene sentido si no acaba.


Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados

lunes, 3 de octubre de 2011

Noctívagos son los que a deshora vagan

Ir y venir de los días
que las tardes, cárdenas, despiden;
arrullar del recuerdo al oído,
admitir que el pasado nos persigue.

No pocos cambia la noche pensamientos
como de amor corazones se desvisten;
tanto distan razones de latidos
que incluso mares sabrán hundirse.

De súbito, como se apaga la vida,
los sentires ya son vueltos;
vivo fuego que junglas desafía
dicta pasos que no son nuestros.


¿También tú, Bruto,
conspiras en mi aliento?
Pues sí fue el aire
la causa de iracundos vientos.

Háblame, níveo albor,
del por qué, por qué candentes besos.

Tú, astuta náyade,
limas las horas del sendero.


Que son, que serán, a más ver,
la espera que me espera;
igual que al hombre se cosen
los charcos a sus huellas.


Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservado


martes, 20 de septiembre de 2011

Reflexión II

"Cuando se acerca el fin, ya no quedan imágenes del recuerdo; sólo quedan palabras".
Jorge Luis Borges – El inmortal


Pero más, más duelen
menos ojos que estrellas nacen;
la espera gobiernan, no se van.

Supón la vida, ¡ay de mí!,
ladino el tiempo que sí se va.

Y yo aquí,
mientras el mundo gire
y todo siga igual,
suéñome demiurgo loco.

Detente:
¿por qué, fiesta de luz,
aciago sucumbir?


Oh… ni ya vencen los antiguos
el chantaje del destino;
que muchos han de ser llamados,
tantos como deben acudir.

Y quizás, quizás más sientan
menos mortales que hombres lloran;
perversa ley, innata ruina.


Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservado

Enlace a Reflexión I: http://elviajeintimodelalocura.blogspot.com/2011/07/reflexion.html

lunes, 19 de septiembre de 2011

Los idus de marzo

Este verano, entre otras obras, he devorado "Los idus de marzo", de Thornton Wilder. Confieso que, a pesar de que el estilo epistolar no me convencía, se encontraba estructurado con maestría, atando cabos continuamente, tapando posibles lagunas y arrastrando al lector ineludiblemente a través de la línea de tiempo.

Según el propio autor, a pesar de estar muy bien documentado, la caracterización y diálogos de los personajes es, en su mayoría, de cosecha propia a excepción de algunos poemas de Catulo rescatados.

A continuación, además de agradecer a quien me lo regaló, posteo uno de los capítulos que más me impactaron. Buen provecho.




VIII. DIARIO-CARTA DE CESAR A LUCIO MAMILIO TURRINO.

Probablemente entre el 4 y el 20 de septiembre.


970. Sobre las leyes de primogenitura y un pasaje de Herodoto.
971. Sobre la poesía de Cátulo.

Muchas gracias por las seis comedias de Menandro. Aún no he podido leerlas. Las he mandado copiar y antes de poco te devolveré los originales y algunos comentarios de mi cosecha. En verdad, debes de tener una biblioteca muy rica. ¿Hay algunos huecos que yo pueda llenar? Estoy escudriñando el mundo ahora en busca de un texto de la Lycurgeia, de Esquilo. Me costó seis años poder echar mano a los Comensales y a los Babilonios, de Aristófanes, que te envié la primavera pasada. La última, como notaste, es una copia muy pobre; algunos empleados de la aduana de Alejandría la habían cubierto con inventarios de cargamentos.

Incluyo en este paquete unas cuantas hojas de poemas. Las obras maestras antiguas desaparecen; otras nuevas, bajo Apolo, van llegando a tomar su lugar. Éstas son de un joven, Cayo Valerio Cátulo, hijo de un antiguo conocido mío que vive cerca de Verona. En el camino hacia el Norte [50] pasé la noche en su casa y recuerdo a los hijos y a la hija. De hecho, recuerdo que aprecié al hermano del poeta..., que después ha muerto..., muy altamente.

Te asombrará saber que la mujer a quien van dirigidos los poemas bajo el nombre de Lesbia no es otra que Clodia Pulquer, a la cual tú y yo escribimos poemas en nuestro tiempo. ¡Clodia Pulquer! ¿Por qué extraño encadenamiento de significaciones ha podido resultar que esta mujer, que ha perdido todo significado inteligible para sí misma y que sólo vive para marcar el caos de su alma sobre cuanto la rodea, pueda vivir ahora en la mente de un poeta como objeto de adoración y saque de él canciones tan radiantes? Te digo con toda seriedad que una de las cosas que más envidio en este mundo es el don del cual surte la gran poesía. A los grandes poetas les atribuyo la fuerza de mirar cara a cara la vida entera y armonizar lo que está dentro de ellos con lo que está fuera. Este Catulo bien puede pertenecer a ese grupo. Esos seres soberanos ¿estarán sujetos a las decepciones de la humanidad más baja? Lo que ahora me perturba no es el odio que me tiene a mí, sino el amor que siente por Clodia.

No puedo creer que se dirija sólo a su hermosura, y que la belleza del cuerpo baste a suscitar tales triunfos en la ordenación del lenguaje y de la idea. ¿Es tal vez capaz de ver en ella excelencias que a nosotros se nos esconden? ¿O ve la grandeza que indudablemente existía dentro de ella, antes de hundirse en el derrumbamiento moral que hoy despierta odio y risa en toda la ciudad? Para mí estas interrogaciones van unidas con las primeras que se suelen hacer a la vida misma. Continuaré ahondando en ellas y te comunicaré mis hallazgos.

972. Sobre política y nombramientos.
973. Referente a ciertas reformas introducidas en los Misterios de la Buena Diosa.
974. Se refiere a unos cuantos barriles de vino griego que César envía como regalo.
975. Sobre la petición de Cleopatra acerca de que se le permita, cuando esté en Roma, asistir a los Misterios de la Buena Diosa. 


A los mismos..., hombres austeros, hombres sin alegría, que gritan a los que les rodean: «¡Sed alegres como lo somos nosotros; sed libres como nosotros lo somos!». Catón no es educable. A Bruto le he enviado a la Galia Citerior como gobernador, para que aprenda. Octavio está a mi lado, viendo todo el tráfico del Estado; pronto le haré salir a la arena.

Pero ¿por qué ha de odiarme Cátulo? ¿Pueden los poetas engendrar indignaciones con sentimientos adquiridos en viejos libros de texto? ¿Son los grandes poetas estúpidos en todas las cosas que no son poesía? ¿Pueden formar sus opiniones en las conversaciones de una mesa de juego o en los baños públicos? Confieso, amigo querido, que me asombra una flaqueza que siento despertarse en mi, una flaqueza delirante: ¡Oh, ser comprendido por un hombre como Cátulo, ser celebrado por su mano en versos que no se olvidarían pronto!

978. Sobre un principio de trabajo bancario.
979. Sobre algunas actividades de conspiradores en Italia, que agitaban con vistas a asesinarle. Véase nuestro LXI.


¿Recuerdas donde Escévola, Cabeza roja, nos pidió que fuéramos de caza con él, el verano en que volvimos de Grecia? La segunda cosecha de trigo se presenta allí muy bien. [Esto es una indicación financiera, oblicuamente formulada para no poner sobre aviso a sus varios secretarios].

981. Sobre la pobreza de adjetivos que distinguen el color en la lengua griega.
982. Sobre una posible abolición de todas las observancias religiosas.


Anoche, mi noble amigo, hice algo que no había hecho desde hace muchos años: escribí un edicto; lo volví a leer; y lo hice pedazos, me consentí una incertidumbre. Estos últimos días he estado recibiendo informes absurdos sin precedentes de los desentrañadores de aves y los escuchadores de truenos. Por si era poco, los tribunales y el Senado han estado cerrados dos días porque un águila dejó caer algo no muy limpio en uno de sus vuelos sobre el Capitolio. Me iba faltando la paciencia. Me negué a dirigir el ritual de propiciación, a hacer la pantomima del espantado autorrebajamiento. Mi mujer y hasta mis criados me miraban de reojo. Cicerón se dignó aconsejarme que cumpliese con las expectaciones de la superstición popular.

Anoche me senté y escribí el edicto que abolía el Colegio de Augures y declaraba que de aquí en adelante no existían días que debieran considerarse nefastos. Lo escribí dando a mi pueblo las razones de tal acción. ¿Cuándo he sido más feliz? ¿Qué placeres son mayores que los de la honradez? Escribía y las constelaciones se deslizaban ante mi ventana. Dispersé el Colegio de Vírgenes Vestales; casé a las hijas de nuestras primeras casas y dieron hijos e hijas a Roma. Cerré las puertas de todos nuestros templos, excepto los de Júpiter.

Arrumbé los dioses en el abismo de ignorancia y temor del que habían salido y en ese semimundo traidor en que la fantasía inventa mentiras consoladoras. Y por fin llegó el momento en que puse a un lado lo que había hecho, y empecé a escribir de nuevo para anunciar que ni siquiera Júpiter había existido nunca; que el hombre estaba solo en un mundo donde no se oían más voces que la suya, un mundo ni amigo ni enemigo sino como él mismo lo hacía.

Y volviendo a leer lo que había escrito, lo destruí. Lo destruí no por las razones que Cicerón me diera..., no porque la ausencia de una religión de Estado haría surgir supersticiones en forma clandestina y originaría prácticas aún más bajas (cosa que ya está sucediendo); no porque medida tan extensa rompería el orden social y hundiría a las gentes en desesperación y desaliento como rebaño en una tormenta. En cierto orden de reformas, las dislocaciones causadas por el cambio gradual son casi tan grandes como las que produce una alteración total y drástica. No, no fueron consuelos y las mentiras que le hacen resignarse a la ignorancia y a la inercia; no me tengo por segundo de nadie en mi odio a toda poesía que no sea la mejor..., pero la gran poesía, ¿es la realización cumbre de los poderes del hombre o no es sino una voz que viene de fuera del hombre?

Tercero, un momento que acompaña a mi enfermedad y cuya insinuación de que existen un conocimiento y una felicidad más grandes me cuesta trabajo desecharla. [Esta frase evidencia la confianza ilimitada que César tenía en su corresponsal. César nunca permitió que se aludiese a sus ataques epilépticos.] Y, finalmente, no puedo negar que a veces me doy cuenta de que mi vida y los servicios que he prestado a Roma parecen haber sido forjados por un poder que está más allá de mí mismo. Bien puede ser, amigo, que sea yo el más irresponsable de los hombres, capaz desde hace mucho de traer sobre Roma todos los males que pueda sufrir un Estado, a no ser por el hecho de que fui el instrumento de una sabiduría más alta que me eligió por mis limitaciones y no por mi fuerza. Yo no reflexiono, y bien puede ser que esa instantánea operación de mi juicio no sea otra cosa que la presencia del daimón que llevo dentro, que es ajeno a mí, y que es el amor que los dioses tienen a Roma y a quienes mis soldados adoran y el pueblo reza por la mañana.

Hace unos cuantos días te escribí con arrogancia; dije que, como no respeto la opinión de hombre alguno, no necesito consejos de nadie, y acudo a ti en busca de consejo. Piensa en todas estas cosas para que me des todo tu pensamiento cuando nos veamos en abril. Entretanto, escruto cuanto pasa fuera y dentro de mi y particularmente el amor, la poesía y el destino. Y ahora veo que he estado haciendo estas preguntas toda mi vida, pero uno no sabe qué es lo que sabe, ni siquiera qué es lo que desea saber, hasta que a uno le desafían y tiene que apostar en el juego. Ahora me desafían: Roma exige de mí un nuevo engrandecimiento. Me queda poco tiempo. 

lunes, 12 de septiembre de 2011

La flor del bosque

Dime amapola,
por qué te gusta andar sola
alfombras de espinas que, al
verte, tus pies lastiman.

Buscas la magia de la soledad;
yo lo sé y, tú, sabes que lo sé.
¿Para qué nadar entre flores si,
sencilla y bonita,
la envidia eres de los bosques?

Preguntas aquí; y también allá.
Aquí estoy: llévame.

¡Corre, pequeña, corre!
El invierno acecha y nadie huye
de sus golpes.

¡Aprisa, no te demores! Coge
mi mano y busquemos dónde
el amor se esconde,

porque guarda veneno el adiós
del sol entre dos mares,
como llanto da la tierra a los sauces tristes;

que solo Dios sabe cuánto nos queda de camino.

Déjame colgarme de tu doble anillo
para columpiar el desánimo de ser
humano y abrazar la verdad de que
la verdad es dura y tirar piedrecitas
al pozo de mis otras vidas.

Di, ¡ay amapola!, qué graciosa,

qué hermosa: ¿cómo quieres
que comprenda al tiempo
si poco resta? ¿Puedo yo —mortal, finito—
amordazar el tacto de tus brazos?

Pues por cada hombre hay una flor,
por cada flor un color;
retrocediste y no miraste
porque erráis libres.


Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservado

jueves, 1 de septiembre de 2011

Travesía por el interior

I

Al asomarme pícaro donde nunca debí,
vi pozos burbujeantes y bravos mares.
Mezquinos, volaban cuervos a decenas,
apretando sus plumajes negros.

Atrás quedaron sueños y quimeras,
todo lo que un día fui y que ya
nadie recuerda. Por delante, sigue
el oleaje con su eterno mecer;
sigue como siempre estuvo
y no creo que pare.

II

Veo cuevas mugrientamente naturales,
riscos que asesinan, acantilados enfadados
y, ¿en el cielo?, no hay cielo; solo sombras
que engullen.

Veo valles, montañas y volcanes miles,
tierra estriada, escarcha y flores tristes.
Las pisadas ya estaban hechas de antes,
prendían por sí las hogueras violentas
para dar calor a mis pies fríos.


III

Sigo esperando la emoción de los sustos,
acariciar un perro extraviado que me dé cariño
y ser vencido.

Sigo esperando voces que fracasan,
ocasos de colores muertos,
correr hasta el olor de casa
y caminar sin que me pregunten

dónde.

IV

Trastocado, consciente pero decidido,
salgo en busca de nuevos vientos.


Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados

domingo, 28 de agosto de 2011

Carta a Giuseppe Turrici (III)

28 de agosto, festividad de mi Santo tocayo

Al Signori Giuseppe Turrici

Dux della Serenísima República de Venecia,

Caro amico, espero que sepa disculpar la tardanza de su siempre fiel. Aprovecho este día especial para comunicarle que sus plegarias fueron atendidas y se me perdonó la vida. Tras sellar la anterior epístola, me arrodillé esperando, suplicando, un final. Sin embargo, la balanza cedió a mi favor: un comandante de las huestes florentinas, proveniente del sur, envainó su espada y, con un acento muy particular, me tomó juramento para que le acompañara allá donde fuese, pudiendo decidir por mí mismo tras un tiempo. Según dice, vio algo en mis ojos y es ahora cuando necesito preguntarle, exigirle, si cree usted que Dios intervino, si el Supremo entendió que aún no era mi turno, si está escrito en algún sitio el destino de los hombres.

No es fortuita mi pregunta: recurro a usted porque su sabiduría se encuentra escasamente limitada, porque la fama le precede en cuando a que es privilegiadamente ducho en conocimientos antropo-divinos. Mi vida ha dado un vuelco, no lo niego, por ello necesito rellenar los huecos que las dudas despiertan, el sentido de todo esto, la razón de mis malas noches.

En este instante, despojado de bienes, obligaciones y quehaceres, sabiendo que esposa e hijas están a salvo a la sombra de un monasterio, he vuelto a saborear la felicidad plena. Cada gramo de aire que respiro, cada gota de agua que me toca, cada fruta que de su planta retiro, cada pez que atrapo, lo siento en lo más profundo de mi ser, cierro los ojos y pienso “afortunado de mí”. Se me antoja inefable describirle un estado tal; ciertamente, he vuelto a nacer.

Le escribo, un ápice embriagado después de degustar un vino elaborado con pasión, desde Cefalú, Sicilia. Tras la caída de Siena, cuasi tan infausta como Troya, se repartió el botín de guerra y fui traído aquí para ayudar en la casa de mi nuevo amigo pero, sobre todo, para ilustrarle en artes y cultura. Giuseppe, ¡qué belleza! ¡Qué exotismo! ¡Qué tesoros esconde esta isla! ¡Qué graciosas mujeres! No solo sus hispanas gentes son encantadoras sino que cada roca lamida por la erosión de la vida misma, cada montaña pelada, cada céfiro abrasador, se me antojan como un paraíso terrenal. Algo caluroso, no se lo niego pero, ¿quién dijo que eso fuese malo? ¿Quién dijo que ver sufrir incluso a las bestias del desierto no se antojase hermoso? Además, no se imagina lo cristalino del agua del mar, tanto como la verdad que escupe un esclavo cuando se le azota, como los ojos de mi hija cuando reía.

Aquí, a menudo ayudo a los pescadores en su faena, recojo siembras, trabajo la tierra estriada y riego la misma con mi sudor. A la noche, refresca y el cielo regala una magnífica vista, la Luna se retoca en el mar y, dependiendo del enojo de los dioses paganos, el viento la molesta algunas veces más y, otras, menos. Los relojes encadenan las horas, rellenamos el aire con nuestras toscas voces y, cuando la garganta no puede más, llega el silencio anhelado. Es entonces cuando sucumbo a la memoria, Signore mío, y siento la obligación de retomar las riendas de mi anterior vida. Me encuentro entre Escila y Caribdis, pues mi deber moral libra una feroz batalla contra lo debido, lo razonable. Ciertamente, ¡no quiero volver! Aquí soy feliz y, si la felicidad es única, individual, personal, la prefiero para mí que para otros, y esto es muy egoísta, soy consciente. Por ello, acudo de nuevo a su consejo, para que me alumbre adecuadamente la senda que he de seguir. Usted me conoce bien, nuestra amistad es anciana y su respuesta despejará mi mente como la tormenta estival avisa con sus luces en el horizonte.

Sin más pero con mucho, se despide deseoso de recibir respuesta,

Augustino di Siena

Gran Duque

El viaje íntimo de la locura