Poeta y basura

a

“En el jardín hay un cerezo dormido, pero parece muerto. Este otoño comenzó a sentirse apático, y la dejadez se apoderó de su espíritu. La vida, cansada de verle abúlico y desastrado, decidió que lo mejor sería que se tomaran un tiempo para reflexionar sobre su relación, y se marchó de vacaciones, dejándole en un estado de abatimiento que hizo que se fuera consumiendo poco a poco hasta que acabó por convertirse en lo que es ahora: el aletargado esqueleto de un cerezo; una osamenta de madera clavada al suelo, que solo espera que regrese la vida”.

miércoles, 30 de marzo de 2011

El abanico de Lady Windermere (Grupo de teatro A-Polo)

¡Hola terrícolas!

Mediante la presente, os invito a que acudáis a la obra de teatro que dirijo, razón y causa de mi abandono temporal tanto de mi blog como de los ajenos como de mi vida intestinal, que no tengo tiempo ni pa cagá.

El grupo "A-Polo", formado por colegialas del C.M.U. Santa María del Estudiante y colegiales del C.M.U. Jaime del Amo, ha nacido de la nada y promete resultados por encima de lo óptimo. Se trata de "El abanico de Lady Windermere", de
Oscar Wilde. Estamos muy contentos con el resultado, ¡y la entrada es gratuita!

La representación tendrá lugar en el Jaime del Amo (Avenida Gregorio del Amo 5, Madrid). La semana que viene subiré los vídeos. Os dejo fechas y horarios:

VIERNES 1 ABRIL A LAS 19:00h
SÁBADO 2 ABRIL A LAS 20:00h
DOMINGO 3 ABRIL A LAS 19:00h

¡Os esperamos!

viernes, 25 de marzo de 2011

L.E. Flaco

Hace un tres domingos fui por segunda vez al concierto de Kase. O & Jazz Magnetism en la Sala Heineken de Madrid. Para mi sorpresa, respecto al año pasado, han adecuado muchísimo mejor las canciones a la base de jazz y fue una noche llena de temas nuevos de corte filosófico-existencialista. Imagináos: se me caía la baba. Continuamente sentía como algo se me removía por dentro, quizás un caos, quizás por escuchar poesía en directo. Entiendo que a muchos de vosotros no os interese el rap, pero si os gusta mi blog os gustarán os sus letras, os lo aseguro. Os propongo que echéis  un vistacillo a estos dos vídeos. El primero contiene la canción con la que me declaraba en novatadas hace tres años y, el segundo, un videoclip muy chulo que han hecho de una historieta de drogas en Barcelona.


Y es que no son pocos los raperos que están recurriendo a géneros más profundos. El problema (para algunos, a mí me la suda) es que les tachan de alejarse de sus orígenes. Entonces es aquí cuando entramos en el polémico tema de la evolución de los artistas. En mi opinión, deberían estar obligados a evolucionar. Pero ahí están los Led Zeppelin, que después de sus discos I, II, III y IV, cambiaron un poco y se fueron a tomar por culo. Dejémoslo en evolución positiva. Ejemplos de ello en el panorama del rap español actual serían el maño Rafael Lechowski, algunas de Rapsusklei, como ya cité, y mi último gran favorito, L.E. Flaco. Este MC argentino-español, elabora una métrica que se antoja cuasi poética. Sus rimas son ágiles, frescas y muy sentidas. Os adjunto la letra de "Fuerza de voluntad", un tema con base de funk que no deja indiferente. A mí, personalmente, me cautiva. Creo que está estructurado con maestría y vigor, soltando versos de forma elegante. A ver qué os parece.

Escribo cartas sin remite, sin destino,
cargadas de estados de ánimo
hasta que la ansiedad se agote
para tapar mis grietas, para calmar mis gritos,
para evitar que todo mi interior explote.

No esperar que la última gota sea quien decida
rebosar el vaso de paciencia con denuncia.
Hay maneras de vaciar sin optar por la renuncia
por la derrota y por la huída.

Poder depositar tu fe en una causa,
tender un puente sin la necesidad de excusa.
Me niego a ser la herencia de un presente sin escrúpulos
al alcance de los tentáculos de ego.

Ese que no sabe dar sin recibir,
efecto placebo genera cuentas que rendir
a la conciencia, al alma y al corazón;
en tus manos está el encontrar la solución.


Porque la historia la escribimos juntos
y, si no, ¿qué sentido tiene?


Dame una oportunidad, dame confianza,
dame ese objetivo que se alcanza solo si lo intento
y convierto el error en acierto
el miedo en seguridad y el nervio en templanza.

Debo luchar, arriesgar para sentirme libre,
sé que por cada puerta que se abre otra se cierra;
lo que escribe la voluntad, la comodidad lo borra,
¿será por falta de esperanza en esta tierra?

¿Dejar que ocurra? ¿Tomar las riendas?
Cuestión de saber encajar las consecuencias.
Tienes el poder de elegir
de corregir y girar las tornas, de dar un sentido a tu existencia

No todos somos hormas de un sistema solitario,
hay mil formas de crecer en compañía.
Puedo ser dueño de nada
y compartir un gesto, un silencio, una mirada.


Porque la historia la escribimos juntos
y, si no, ¿qué sentido tiene?


Conozco el sentido de todo lo que hago
y encuentro una razón para todo lo que digo;
esa oportunidad que da la vida de hacer realidad los sueños,
de encontrar la luz en todos los rincones


Porque la historia la escribimos juntos
y, si no, ¿qué sentido tiene?


viernes, 11 de marzo de 2011

Hoy papá murió (today dad died)

English version

Today dad died. Po’ man, he devoted all his years at the old family cinema. Today dad died and nobody came to see him. They say he never lived his own life, he was a lot of people, nobody knew him thoroughly but, I, hidden among the stalls, learned to glimpse the sadness with which he picked up the cold popcorns, the hardships that in him unleashed the fiery couples and the fatigue of sweeping daily. I remember the roughness of his hands cleaning the projector, the stale air because of the burning of hours and the sympathetic naps waiting in a so gnawed chair. I told him to dare to see the world, that it would never be late, that he shouldn’t be a coward. What stubborn he was. He replied that none would know to do things like him; it was a very serious job. However, among all, there was something that got recorded on my mind: the lean wisdom of my father that, between wrinkles and crinkles, gave me love.

Today dad died. Today dad died.



Versión española

Hoy papá murió. El pobre, dedicó todos sus años al viejo cine de la familia. Hoy papá murió y nadie vino a verlo. Dicen que nunca vivió su propia vida, que él era mucha gente, que nadie le conocía a fondo pero, yo, escondido entre el patio de butacas, aprendí a vislumbrar la tristeza con la que recogía las palomitas frías, la desazón que en él desataban las fogosas parejas y el cansancio del diario barrer. Me acuerdo de la aspereza de sus manos al limpiar el proyector, el viciado aire por el quemar de horas y las simpáticas cabezadas aguardando en su tan roído butacón. Yo le decía que se lanzase a conocer mundo, que nunca sería tarde, que no fuese cobarde. Qué terco él. Respondía que ninguno sabríamos hacer las cosas como él, que era un trabajo muy serio. Sin embargo, de entre todo, hubo algo que a fuego se me grabó: la sabiduría enjuta de mi padre que, entre arruga y arruga, me dio amor.

Hoy papá murió. Hoy papá murió.

Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados

sábado, 5 de marzo de 2011

Mojó la lluvia (soaked the rain)

English versión

I've seen raining
and the drops, far from
turning it off, appeased
my anger. Hyperion’s

smile led me think: is
my loop the loop
of the liberated? Will hold the

memory the assaults
of the old age?
I don’t know. Will be the
wavy stripes in eyes
the cause of the evening;
a sealed labyrinth,
the shelter of thorns;
the sunset, the irony
of love.


Or, perhaps, were
flickering rays
which to my skies
gave color and the
recklessness of
Phaeton
indigo character to the skins.


Anyway,
in the end each cloud
is separated, well yes every
cherry is doomed
to fall. We’ll never jump that
cuddly, never the same

again, never too long.


Versión española

Esta semana, en mi condición de discente, he estado leyendo en las horas muertas de clase a Pedro Salinas. Normalmente, rehúso leer cosas de amor porque no me llenan y se me antojan vacuas pero, sin embargo, sus versos sacian mi sed. Y de sobra. "La felicidad inminente", "La voz a ti debida", entre otros, rebosan amor. Amor del de verdad. Lo toca. Lo siente. Lo escribe. Comparto, en primer lugar, un producto de este cocinero loco que lejos se halla de alcanzar al del '27 y, en segundo, una del maestro. Que aproveche.

He visto llover
y las gotas, lejos
de apagarla,
apaciguaron
mi ira. La sonrisa
de Hiperión
diome que pensar: ¿Es
mi bucle el bucle
de los liberados? ¿Aguantará la
memoria las embestidas
de la vejez?
No sé. Serán las
rayas de undosos ojos
la causa del atardecer;
un sellado laberinto,
el refugio de las espinas;
el ocaso, la ironía
del querer.

O, quizás, fueron
vacilantes rayos
los que a mis cielos
color dieron y
la imprudencia de
Faetonte
añil carácter a la piel.

Sea como sea,
al final cada nube
se separa, pues toda
cereza está condenada
a caer. Nunca saltaremos tan
blanditos, nunca
demasiado tiempo,
nunca igual otra vez.


Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados

Pedro Salinas - Despertar
Sabemos, sí, que hay luz. Está aguardando
detrás de esa ventana
con sus trágicas garras diamantinas,
ansiosa
de clavarnos, de hundirnos, evidencias
en la carne, en los ojos, más allá.
La resistimos, obstinadamente,
en la prolongación, cuarto cerrado,
de la felicidad oscura
caliente, aún, en los cuerpos, de la noche.
Los besos son de noche, todavía:
y nuestros labios cavan en la aurora,
aún, un espacio el gran besar nocturno.


Sabemos, sí, que hay mundo.
Testigos vagos de él, romper de olas,
los ruidos, píos de aves, gritos rotos,
arañan escalándolo, lloviéndolo,
el gran silencio que nos reservamos,
isla habitada sólo por dos voces.
Del naufragio tristísimo, en el alba,
de aquel callar en donde se abolía
lo que no era nosotros en nosotros,
quedamos solos,
prendidos a los restos del silencio,
tú y yo, los escapados por milagro.


“¡Tardar!”, grito del alma.
“¡Tardar, tardar!”, nos grita el ser entero.
Nuestro anhelo es tardar.
Rechazando la luz, el ruido, el mundo,
semidespiertos, aquí, en la porfiada
penumbra, defendemos,
inmóviles,
trágicamente quietos,
imitando quietudes de alta noche,
nuestro derecho a no nacer aún.
Los dos tendidos, boca arriba,
El techo oscuro es nuestro cielo claro,
Mientras no nos lo niegue ella: la luz.


El cuerpo, apenas visto, junto al cuerpo,
detrás del sueño, del amor, desnudos
fingen
haber sido así siempre
vírgenes de las telas y del suelo,
creen que no pisaron mundo.
Aquí en nuestra batalla silenciosa
-¡no, no abrir todavía, no, no abrir!-
contra la claridad, está latiendo
el ansia de soñar que no nacimos,
el afán de tardarnos en vivir.


Nuestros cuerpos se ignoran sus pasados;
horizontales, en el lecho,
flotan sobre virginidades y candor:
juego pueril en su abrazar.
Estamos
mientras la luz, el ruido,
no nos corrompan con su gran pecado,
tan inocentemente perezosos,
aquí en la orilla del nacer.
Y lo que ha sido ya, los años,
las memorias llamadas nuestra vida,
alzan vuelos ingrávidos, se van,
parecen sombras, dudas de existencia.
Cuando por fin nazcamos
abierta la ventana -¿quién, tú o yo?-
contemplaremos asombradamente
a lo que está detrás, incrédulos
de haber llamado nuestra vida a aquello,
nuestro dolor o amor. No.
La vida es la sorpresa en que nos suelta
como en un mar inmenso,
desnudos, inocentes,
esta noche, gran madre de nosotros:
vamos hacia el nacer.
Nuestro existir de antes
era presagio. ¿No le ves al borde
de su cumplirse, tembloroso, retrasando
desesperadamente, a abrazos,
la fatal caída en él?
Y al despedirnos -¡ya la luz, la luz!-
de lo gozado y lo sufrido atrás,
se nos revela transparentemente
que el vivir hasta ahora ha sido sólo
trémulo presentirse jubiloso
-antes aún de las almas y su séquito-,
pura promesa prenatal.

martes, 1 de marzo de 2011

Don de la ebriedad (comentario)

Siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.
Y esto es un don. ¿Quién hace menos creados
cada vez a los seres? ¿Qué alta bóveda
los contiene en su amor? ¡Si ya nos llega
y es pronto aún, ya llega a la redonda
a la manera de los vuelos tuyos
y se cierne, y se aleja y, aún remota,
nada hay tan claro como sus impulsos!
Oh, claridad sedienta de una forma,
de una materia para deslumbrarla
quemándose a sí misma al cumplir su obra.
Como yo, como todo lo que espera.
Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?
Y, sin embargo ―esto es un don―, mi boca
espera, y mi alma espera, y tú me esperas,
ebria persecución, claridad sola
mortal como el abrazo de las hoces,
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.


Claudio Rodríguez

Antes de empezar, es necesario señalar que, en “El don de la ebriedad”, el zamorano Claudio Rodríguez plasma en sus versos características de la lírica que la hacen brillar por lo que es.

Técnicamente, este poema presenta ciertos rasgos que no pueden ser pasados por alto. En primer lugar, queda patente y consagrado el detenimiento del tiempo, el alto del transcurso de un inalienable devenir, el carácter tempestivo pausado inherente al género lírico. El poeta nos está mostrando el momento exacto en el que siente algo, tal y como queda demostrado, por ejemplo, en:

“Oh, claridad sedienta de una forma,
de una materia para deslumbrarla
quemándose a sí misma al cumplir su obra.

Como yo, como todo lo que espera.”

De esta forma, el autor desgarra su “yo interior” y lo plasma en las presentes líneas. Resulta imprescindible percatarse de que, al escribirlo, el momento en el que lo sintió ya ha pasado. El poeta se halla, en un estado de calma, tratando de imitar la sensación experimentada, procurando materializarlo en palabras en aras de ser capaz de transmitirlo. En mi opinión, su “yo ahora” conoció un cénit, de entre muchos, antes de escribir y, aunque pueda que erre en tal afirmación, me declaro partícipe de la idea de que jamás los productos de la mímesis se equipararán a la certeza de la realidad vivida. Normal Mailer sostenía que la densidad poética de la lírica radicaba en el detenimiento del tiempo. Si esto es cierto, consecuentemente podemos decir que “El don de la ebriedad” ostenta una densidad considerable. En segundo lugar, la estética juega un papel relevante, pues si la unimos a la connotación que encierra y con la que nos transmite sensaciones (véase “¿Quién hace menos creados cada vez a los seres? / ¿Qué alta bóveda los contiene en su amor?”), nos percatamos de que todo adjetivo desempeña una función específica. Se podría pensar que algunos son gratuitos pero, sin embargo, no es cierto. Su colocación se encuentra lejos de ser arbitraria: están ahí porque el poeta quiso, porque quería transmitir un mensaje de ese modo y no de otro, porque deseó que su trabajo, traducido en un conjunto de símbolos, signos y objetos estéticos, fuese gestado de esa manera. Si resulta verdadera la sentencia de que la poeticidad de una obra se encuentra en la cantidad de connotaciones que despierta, la que ahora escrutamos sería el despertador de las connotaciones. En tercer lugar, es preciso abordar que, en relación con lo mencionado anteriormente y con la teoría de la creación de Bécquer, probablemente el poeta cuando escribe no siente con los nervios sino de una manera artificial, ya que el sentimiento fue interior y, todo lo que inspiró, cosa pasada. A mi parecer, se puede incluso apreciar, como hacía el romántico, una relación con la mujer (“Si tú la luz te la has llevado toda, / ¿cómo voy a esperar nada del alba?”), ya que, en algunos versos, deja caer preguntas que no precisan respuesta, causadas por el amor y para dar respuesta a instintos, sueños, pasiones, etc. En cuarto lugar, en cuanto a los aspectos estilísticos, estimo que en “El don de la ebriedad” se mezclan los tres aspectos de la mente humana, ya que parece que Claudio Rodríguez primero sintió, luego experimentó sentimientos hacia otro/a y hacia sí mismo y acabó uniéndolo todo en el aspecto imaginativo. Además, los tres últimos versos (“ebria persecución, claridad sola / mortal como el abrazo de las hoces, / pero abrazo hasta el fin que nunca afloja”), desprenden, una vez más, desde la más pura opinión subjetiva, cierto regusto existencialista, un amargo buqué en el que el poeta aparentemente atravesó una locura, un delirio que le ata al incandescente recuerdo de que ineludiblemente se es mortal, de que ni aflojará ni amainará jamás nuestra naturaleza transitoria, que el final acaba siendo un abrazo a lo incondicional a la, en definitiva, ley de vida y muerte.

En conclusión y a modo de cierre, conviene señalar dos puntos: por un lado, se está narrando no lo sucedido, sino lo que podría suceder según lo verosímil y lo necesario y, por otro, Claudio Rodríguez está claramente transformando el mundo como más le gusta, aferrándose a algo fuera del contexto artístico y esculpiendo maravillas con ello.

Nítsuga Sotso Anibor (comentario de fin de semestre para Literatura)

El viaje íntimo de la locura