Poeta y basura

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“En el jardín hay un cerezo dormido, pero parece muerto. Este otoño comenzó a sentirse apático, y la dejadez se apoderó de su espíritu. La vida, cansada de verle abúlico y desastrado, decidió que lo mejor sería que se tomaran un tiempo para reflexionar sobre su relación, y se marchó de vacaciones, dejándole en un estado de abatimiento que hizo que se fuera consumiendo poco a poco hasta que acabó por convertirse en lo que es ahora: el aletargado esqueleto de un cerezo; una osamenta de madera clavada al suelo, que solo espera que regrese la vida”.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Razón de la vigilia, de Benito Acosta

Recuerdo que, hace un par de años, estaba leyendo en casa un libro de "Poesía Extremeña" que había financiado la Junta de Extremadura. Aunque la mayoría de los versos me caían en saco roto (no sé cómo no pusieron nada de Francisco Aldana), mereció la pena el tiempo invertido en uno de los poemas: "Razón de la vigilia", de Benito Acosta. Esta pieza la transcribí palabra a palabra porque no la encontré en Internet y, ciertamente, aunque me recuerda en algunos atisbos al "Don de la ebriedad" de Claudio Rodríguez, encierra un halo de misterio, un grito desgarrado al cielo envuelto en seda.
 
Nacido en Zalamea de la Serena en 1937, entró en el Seminario de San Atón (Badajoz) el año 1952 y se ordenó presbítero el 7 de abril de 1962. Diferencias muy serias con el Obispo le hicieron pedir traslado a la diócesis de Málaga, donde vivió los mejores años de su vida como párroco de Mollina.
 
Yo repaso mis años y recuento
los días y las horas
instaladas
en mi respiración y observo algunas
costumbres de vivir donde habitaban
entonces emociones. Pero algo
transfiguraba mis fotografías
mientras faltaba tiempo para todo
y esperaba los rostros y paisajes
a pleno sol o en bares de relojes
lentísimos, y fui llenando toda
mi estatura de mí penosamente
hasta llegar a respirarme en días
de cielo tan glorioso que flotaba
sobre la mansedumbre de las nubes.
Después vinieron días destinados
al olvido global con argumentos
esenciales salvados en pateras
de consistencia milagrosa, días
de vigilante voluntad de ser
en medio de la asfixia, de sentirme
fuera del huracán sin voz ni voto,
o tan sólo con voz tal vez, ahogada
por gritos en papeles que la tierra
conduce, inexorable, al primigenio
limo. Y, en tanto, laboraba algo
la arcilla de mi piel con comisuras
irreversibles y algo convocaba
en mi interior a ausencias sin remedio.
Eran días iguales. Maravilla
pensar que tantas cosas sucedieran
dentro y fuera de mí; que algo, de pronto,
sin historia aparente, comenzara
a fallar, el oído, la columna,
la vista, la tensión, y en el espejo
era difícil designar al niño
que se asombró del rostro que guardaba
desconocidas cifras en sus ojos.
Ahora en mi tertulia se ha sentado,
silenciosa, la muerte. No sostiene
conversación alguna ni demuestra
sentimientos ni prisa. Está presente
y mira o no y escucha o no y observa
no el reloj de todo lo empezado
para poner tan torpemente a salvo
tanto dolor de noches intentando
dictar a mis papeles cómo arde
todo mi ser de enigmas amorosos
y terribles, y miro en vano el ceño
de su rostro –ya sé que, sin que valga
apelación, pronunciará mi nombre
y todo quedará inconcluso– y diluye su presencia
en el trajín del día. Yo por eso
perfilo el inventario de mis calles,
silencios, olas y constelaciones;
anoto luz por luz todas mis horas
y nube a nube los atardeceres
más lejanos y siento que es un campo
sagrado, un equipaje que no tiene
ninguna otra criatura, y que no puedo
dejar a la intemperie de la muerte.

 
Benito Acosta
 

domingo, 9 de septiembre de 2012

Historia de vampiros, de Mario Benedetti

Aprovechando que estoy viviendo en Argentina hasta Navidad, me he acordado de un poema que descubrí en un concierto de rap con jazz (Rafael Lechowski & Glaç Jazz). Fue emocionante sentirlo. El uruguayo Benedetti crea un ambiente único en el que el lector llega incluso a empatizar con los chupasangres. Grandísima metáfora. Lo acompaño con la enorme canción del grupo malagueño Tabletom de "El vampiro", cuya calidad y letra son tremendas también.
 

Era un vampiro que sorbía agua
por las noches y por las madrugadas
al mediodía y en la cena.

Era abstemio de sangre
y por eso el bochorno
de los otros vampiros
y de las vampiresas.

Contra viento y marea se propuso
fundar una bandada
de vampiros anónimos,
hizo campaña bajo la menguante,
bajo la llena y la creciente
sus modestas pancartas proclamaban,
vampiros beban agua
la sangre trae cáncer.

Es claro los quirópteros
reunidos en su ágora de sombras
opinaron que eso era inaudito,
aquel loco aquel alucinado
podía convencer a los vampiros flojos,
esos que liban boldo tras la sangre.

De modo que una noche
con nubes de tormenta,
cinco vampiros fuertes
sedientos de hematíes, plaquetas, leucocitos,
rodearon al chiflado, al insurrecto,
y acabaron con él y su imprudencia.

Cuando por fin la luna
pudo asomarse
vio allá abajo
el pobre cuerpo del vampiro anónimo,
con cinco heridas que manaban,
formando un gran charco de agua,
lo que no pudo ver la luna
fue que los cinco ejecutores
se refugiaban en un árbol
y a su pesar reconocían
que aquello no sabía mal.

Desde esa noche que fue histórica
ni los vampiros, ni las vampiresas,
chupan más sangre,
resolvieron
por unanimidad pasarse al agua.

Como suele ocurrir en estos casos
el singular vampiro anónimo
es venerado como un mártir.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Telmo y Martina, de Kike Narcea

¡Qué grande el final! Reconozco que al principio de este cortometraje, uno piensa "bueno, dada la situación que se presenta, el diálogo está bien hecho y la actuación no es del todo mala; pero no deja de ser típico español". Sin embargo, el gran sorpresón del final te saca unas cuantas carcajadas. Me encanta el humor surrealista, como cuando dirigí "El abanico de Lady Windermere", de Oscar Wilde, y en medio del cuarto acto, en un diálogo muy aburrido, decidimos sacar a escena por la puerta a un gran dragón chino para que el mayordomo, armado con una AK-47 y una bandera yanki al cuello, lo matase vilmente.

¡Tres hurras por el surrealismo!


domingo, 2 de septiembre de 2012

La culpa, de David Victori

El premio del Your Film Festival ha ido a parar a manos de David Victori por su cortometraje 'La Culpa', una historia de venganza con esbozos de thriller psicológico, donde las palabras pasan a un lugar secundario, adquiriendo mucha más relevancia las imágenes y la complicidad con el espectador, al que pone en situación haciéndole pensar cómo reaccionaría él ante una situación de tales características.
 
500.000 dólares para el muchachito, además de crear contenido original 'online' y la promesa de contar como productores al director Ridley Scott y el actor Michael Fassbender.
 
Esas escaleras interminables, ese arma, esa historia. A partir de ahora mismo, de mis cortos preferidos. Ojalá llegue pronto a contar con los medios y el ingenio para hacer algo así. Qué coño: lo haré.



sábado, 1 de septiembre de 2012

Surf en el Pororoca

Ahora que en un mesecito podré visitar el Brasil, posteo este vídeo sobre el fenómeno del Pororoca. Pororoca es una onomatopeya de la lengua tupí-guaraní pororó-ká, que significa "gran estruendo", y se utiliza para designar un fenómeno similar al que se conoce como macareo en el delta del Orinoco, que se manifiesta como una especie de oleaje ruidoso que recorren los grandes ríos del norte del país, especialmente el Amazonas, a partir de su desembocadura durante decenas de kilómetros que se produce por la acción de las mareas al penetrar las aguas marinas sobre las fluviales durante la pleamar o flujo. La pororoca es más intensa cuando el ancho del río se estrecha, por lo que las aguas oceánicas del Atlántico pueden penetrar más fácilmente y con mayor velocidad y longitud en los cauces del delta de este río, lo que da origen a una verdadera inundación que llena de agua salada muchas zonas ribereñas.
 
Hasta a los niños más pequeños les enseñan en los colegios cómo puede llegar a ser devastador este fenómeno. Se ha mitificado a este fenómeno natural como un asesino o monstruo que llega a anegar tierras bajas de las orillas con agua salada. Su sonido, hasta media hora antes de llegar, es el de un oleaje intenso y continuado.
 
Lo más impresionante es que hay gente que aprovecha esta ola gigante del río para hacer surf.

El viaje íntimo de la locura