Uno de los objetivos de cualquier persona que tontee con el mundo audiovisual es transmitir mucho en poco tiempo. Mi padre me mandó hace unos días este cortometraje en el que la codicia acaba rompiendo el saco: un oficinista nocturno medio deprimido hace fotocopias y, de repente, le sale una con un agujero negro que, misteriosamente, le permite introducir la mano atravesando cualquier superficie y, cómo no, tiene una gran idea.
De los mejores que he visto. Una idea sencilla con un suave elemento surrealista que ofrece como resultado una buena reacción del espectador. ¿Quién quiere palabras teniendo imágenes? A más de un político le encantaría hacerse de uno de estos agujeros.
Sí que es bueno, sí. Me he reído un buen ratillo con el tipo este, que somos muchos como él.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por traérnoslo. No tiene desperdicio.
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