Poeta y basura

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“En el jardín hay un cerezo dormido, pero parece muerto. Este otoño comenzó a sentirse apático, y la dejadez se apoderó de su espíritu. La vida, cansada de verle abúlico y desastrado, decidió que lo mejor sería que se tomaran un tiempo para reflexionar sobre su relación, y se marchó de vacaciones, dejándole en un estado de abatimiento que hizo que se fuera consumiendo poco a poco hasta que acabó por convertirse en lo que es ahora: el aletargado esqueleto de un cerezo; una osamenta de madera clavada al suelo, que solo espera que regrese la vida”.

lunes, 4 de enero de 2010

Dos días

Un domingo de mayo, al nacer el día y el Sol buscar la casa de don Severino, no la encontró donde siempre había estado. Ya no se sienta en el suelo. Se alzó entre nubes, pero ni el Sol lo sabe; por eso no la encuentra ni la baña. Buscó los árboles y buscó el jardín y, al no verlos en su sitio, el Sol, de pronto, comprendió que la casa se había llenado de despropósitos y que habían desfilado por ella muchas otras palabras que empiezan por des. Entraron desamparo y desasosiego, desfigurar y destierro, desgravitar y desapego; y, al entrar estas dos últimas, se desarraigó del suelo, se despertó el terreno y despegó con los árboles, la casa y el jardín, y, todo junto como un bloque, se desasió de su asidero.
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Roberto Iniesta (El viaje íntimo de la locura)
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