Poeta y basura

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“En el jardín hay un cerezo dormido, pero parece muerto. Este otoño comenzó a sentirse apático, y la dejadez se apoderó de su espíritu. La vida, cansada de verle abúlico y desastrado, decidió que lo mejor sería que se tomaran un tiempo para reflexionar sobre su relación, y se marchó de vacaciones, dejándole en un estado de abatimiento que hizo que se fuera consumiendo poco a poco hasta que acabó por convertirse en lo que es ahora: el aletargado esqueleto de un cerezo; una osamenta de madera clavada al suelo, que solo espera que regrese la vida”.

domingo, 17 de enero de 2010

La leyenda de una lágrima

Cuenta la leyenda, que en medio de estos días de violencia, melancolía y caos, nació en el lugar menos pensado una lágrima, tan brillante que deslumbró al Sol. Éste, enfurecido, celoso y cegado, se acercó a la lágrima y le dijo con toda su prepotencia:
- ¿Cómo es posible que algo tan pequeño e insignificante como tú, se atreva a brillar más que yo? - A lo que la lágrima respondió:
- Puede que deslumbre, o que humedezca el párpado, pero al fin y al cabo nací del tártaro. Soy la lágrima del vándalo, del delincuente que vive sin futuro y nació con el castigo de un presente. Soy la lágrima del arma cargada que sabe que solo vino al mundo para causar muerte. Detente, soy el ente del que siente el impacto inminente, de aquel que le miente y por el que siempre fue fiel. Soy la lágrima del que no puede volver a su hogar y del que no puede escapar de él. Soy el llanto que rodea a un alcohólico cuyo alcohol se transforma en hiel, dulzura amarga. Soy el fruto de la inocencia de un niño que mata por unas zapatillas de marca. Soy la llaga de un país asolado por las plagas, la ansiada fragancia del dólar y el euro que al mundo embriaga. Soy la lágrima de una niña pequeña cuyo padre levanta la falda y arranca las bragas. Nadie quiso saberlo, frustrante. Soy producto del elegante narcotraficante que nunca quiso llegar a serlo. Soy las lágrimas del cielo que hacen ácido este infierno. Soy el reflejo maldito y continuo del antiguo mito de Narciso y ego. Soy las lágrimas del gueto; el niño que crece sin muñecos con manos sucias y pies descalzos; el odio del que busca el respeto y mil abrazos a balazos.
Soy el recuerdo del último paso de un tretrapléjico; el trágico caso de un bebé sin padres transformado en verso. Soy la nostalgia del último beso y si mi brillo es tan intenso es porque soy la lágrima de Batto, del mundo y del universo.

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Ante esta respuesta tan cruda y sincera, el Sol no puedo hacer otra cosa que tragarse sus palabras, y volver a su lugar en la cúpula celeste. La lágrima siguió su camino, pero era tan hermosa que todos los diamantes del mundo sintieron envidia. Se acercaron y le dijeron con toda su prepotencia:

- ¿Cómo es posible que algo tan poco valioso como tú, se atreva a intentar superarnos en belleza? - A lo que la lágrima respondió:
- Puede que sea bella, pero mi origen no es bonito. Nací del eterno trauma del odio infinito, de la jaula que ahoga el sonido de los gritos de la violencia en las aulas; de los hijos del delito del exilio. Soy la familia de un proscrito, la causa de un suicidio. Me conociste al ver la muerte de tu hijo grabada en vídeo. Soy la lágrima del ferviente creyente que de repente perdió la fe. De los chicos de barrio que viven sin calendario en los parques, en los bancos, con la botella en los pies, y veinte pavos de hachís en la cartera. Soy el ángel sin alas que nunca vuela; el inmigrante que vino en patera para huir de la pobreza. Soy la lágrima de mil princesas que vieron morir sus sueños en las aceras de Montera. Soy la secuela de una dictadura, el desaparecido y su huella. No soy la droga, soy la necesidad de ella, la amargura. Soy la lágrima de un mundo crudo, no suavizado en prosopopeya. Soy aquel amor perdido que recuerdas con una fecha; la lucha contra una vida entera de desdichas. Soy la pasta que te engancha, cuatro paredes que se estrechan. Soy la lágrima, por 192 ánimas que volaron en Atocha; el corazón ardiente que se cubre con la escarcha. Soy el dolor del enfermo mental al que nadie ama, sin noches en la calle o noches en la cama, pensativo, donde el sonido de tus latidos rompe el vilo de la calma.
Soy hija del hastío, que mezcla el ayer con hoy y los confunde con mañana, y te hace dudar si existes. Soy aquel inocente al que la ley embiste; los padres que perdiste; el llanto de una familia, y si me tenéis envidia es porque mi belleza es la belleza de los tristes.

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Los diamantes dejaron que la lágrima siguiese su camino, y ésta cayó, y cayó, y cayó, hasta que impactó sobre el folio de este cuento y así murió. Y tanto los diamantes como el Sol quisieron llorar su pérdida, pero ya no quedaban lágrimas.

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Batto (La leyenda de una lágrima)

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