Poeta y basura

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“En el jardín hay un cerezo dormido, pero parece muerto. Este otoño comenzó a sentirse apático, y la dejadez se apoderó de su espíritu. La vida, cansada de verle abúlico y desastrado, decidió que lo mejor sería que se tomaran un tiempo para reflexionar sobre su relación, y se marchó de vacaciones, dejándole en un estado de abatimiento que hizo que se fuera consumiendo poco a poco hasta que acabó por convertirse en lo que es ahora: el aletargado esqueleto de un cerezo; una osamenta de madera clavada al suelo, que solo espera que regrese la vida”.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Roja crin

Caminantes de arena: levantaos y andad
pues están por despertar los gigantes
de cada silencio.
Reyes del desierto, por donde
arden las palmeras, guardad
los senos de las dunas.

¡Oh, aurora nueva! ¿Qué será de mí mañana?
Qué de las olas muertas y
las no natas. Abriránse los océanos
entregándose puros al estrellato
y nacerán besos, sí, miles de besos
que robarán al mar el mar
y al cielo su secreto.

¡Cabalga conmigo rumbo al amanecer!
Rojas, fulgurantes las crines
de la vida para que,
en la fría luz del día,
nos atrevamos a pisar
el jardín sagrado.


Podré calentar la espada
con el labio pero,
igual que se queja la azada
del terreno ingrato,
riegan los años las asperezas
del pasado. ¿No me oís?

¡Siembro mi voz en vuestros campos!
Y nada recojo, nada.
Oh, ¡voz dormida!
Qué será de los oídos ahogados;
qué de ti, qué de mí… qué.


Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados

sábado, 19 de noviembre de 2011

Mirando el abismo

Yo, Juan de Mendoza Díaz, vengo a declarar lo siguiente: he matado.

Día 1

Ya hubo baladas en la cárcel de Reading, también el señor Meursault se las tuvo que ver con los barrotes. No será tan malo, ni tan duro. Qué importa… catorce años se pasan volando.

Día 15 

Nadie me dijo que estaría en régimen cerrado. ¿Qué es esto? Más de veinte horas solo en una celda… creí que podría relacionarme con otros presos. Bueno, no importa, mejor solo que mal acompañado.

Día 127

Ciento cincuenta minutos se me conceden exactamente para salir al patio. Ni uno más, ni uno menos. Los guardias, huraños, mezquinos, intentan quebrar nuestro estado de ánimo tratándonos como a perros o, lo que es peor, no tratándonos. Pobres desgraciados: yo seré preso por mis hechos, mas ellos lo serán por sus pecados.

Día 205

Día tras día, hora tras hora, segundo tras segundo. He perdido la percepción del tiempo. Hoy se parecía mucho a ayer, y a mañana, y a anteayer, y a hace dos semanas. Pero qué importancia tiene, si algún día saldré.

Día 334

Hace frío: el verano, como mi felicidad, desertó en la lobreguez de los pensamientos del que vive consigo mismo. El cuarto, destartalado no por el desorden sino por lo triste, me engulle poco a poco… su aliento de cemento, su silla de insulso plástico anclada al suelo y un colchón de gomaespuma que se apiada de mí algunas madrugadas, apolillándose por no llorar. El váter, colocado al lado de la cabecera de la cama, me invita a soñar con las cañerías y su agrio olor de heces muertas. ¡Hasta el aire se encuentra carcomido! Pero, ¿para qué respirar? Si aquí ni eso importa.

Día 730 (más o menos)

Según mis cálculos, ya llevo dos años. Hoy no está solo el cuarto frío, lo está también el mundo, calvo, desolado, sin rostro.

Día 1062

Caminando en círculos (o circulando en caminos ya trazados), pienso en muchas cosas: ¿cuántas almas hay aquí? ¿Cuántos ya se fueron y cuántas se quedaron? Esto es una cárcel dentro de una cárcel, un infierno dentro de otro. La mirada de mis ojos se pierde y la imaginación me traiciona trayéndome el pasado e hipótesis de futuro. Que no, que no importa.

Día 1245

¿Y si me fugo?

Día 1491

Asomado a la ventana de mi habitáculo, la luz de la ciudad se amotina contra la oscuridad impuesta por la noche. O eso creo, pues las vistas a través de barrotes son de dobles barrotes y un gran muro de hormigón indiferente a todo cuanto sucede, como si no importase. Escucho, sí, escucho la respiración entrecortada de algunos coches, el ruido de un tranvías agonizando o incluso a mi vecino de celda cuando tose. Preferiría no escuchar nada.

Día 1902

Hoy llueve: no salgo.

Día 1903

Me calé durante la noche. Contesté mal al guardia al desnudarme. Hoy tampoco salgo.

Día 2245

Hoy brilla el azul del cielo, pero los rayos del sol mueren en la reja que cubre el patio, cerniéndose sobre mí vestidos con deshilachadas sombras moribundas. Tampoco importa demasiado, mi cuerpo se ha acostumbrado a lo húmedo de la celda cuando me ducho. Pocas veces me siento tan desprotegido cuando, sin cortina pero con una brisa navajera, me corta la piel el gélido tacto de la no presencia.

Día 2876

Quiero leer pero con esta luz no puedo. Quiero dormir pero mi vecino tose demasiado. Quiero hablar con alguien pero nadie nunca puede. Quiero cumplir, salir y vivir pero así no llego. Quiero que no me importe pero cuesta.

Día 3005

La comida llegó a su hora por la trampilla de la puerta que da al suelo; me quedé dormido y estaba repleta de hormigas. Reclamé y no importó.

Día 4304

¡Oíd paredes, espacios insondables y sociedad sorda! ¡Oíd la voz del que a menudo olvida que tiene! ¡Sentid las manos aferradas a la angustia y un alma que escarcha besa! Dios, ¿dónde estás? ¡Arráncame la ojeriza de la memoria!

Día 4966

Y porque hace demasiado tiempo que a nadie le va a importar, con la silla por cadalso, la tubería del techo como horca y la soledad por verdugo, doy el paso hacia el vacío de la libertad.

Nítsuga Sotso Anibor

martes, 15 de noviembre de 2011

Prototipo roto

Ya hizo la escarcha de las suyas
congelando el rocío que toda flor
llora por el pasado.

Muy alto vuela
hacia el Campo de Marte
cada beso muerto y no dado;
amigo, la eternidad no espera,
rugir el tren solía y
recelosa la vida de los enamorados.

Ya hizo la lluvia de las suyas
mojando la sombra que la edad
proyecta hacia cipreses campos.

Lejos quedan
las sonrisas, la familia: lo heredado.
Normal que la tierra titirite
si desde cada marcha
no ha escampado; igual que una gota
busca a su madre nube, grito yo
por encontrarme en mi garganta

pues es triste ver cómo
todo buen padre de familia no muy torpe,
tampoco avezado
procura distraerse con diligencia.


Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados

domingo, 6 de noviembre de 2011

El paraguas

Desosegadas pero vehementes,
van a dar, nacidas en la Catarata del Ojo Húmedo,
lágrimas de zafiro sobre un paraguas negro.

Quisiera la nota viajar en botella,
rebelarse el águila de orgullo dolorido
o reflorecer los caminos levantados.

Queda mudo cada pie
cuando todos los espantapájaros
violan el aire con misereres; ciegos
los ojos de cada esquina.

Y yo
sucumbo —como el fracaso
de un chiste, como un sombrero
rasgueado— al descomponer
las teselas de lo oscuro.


No diré que no lloréis,
¿acaso se le puede pedir a
la sangre que no hierva?


Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados

viernes, 4 de noviembre de 2011

Cronocidio

Cerróse en ciernes el firmamento
por la migración de estrellas:
¿palpó la marcha? ¿Susurró la boca?
Con así, solas las calles, caliente
la espera, nadie se atrevía
a preguntar.

Ya se saben las historias
recelosas de secretos…
¡amén a tanta prisa! ¡Voz
atada! ¡Cólera naciente!
¡Verdugo hastío! ¡Desidia —¿dónde
estás?—
ley eres! Y, al final, suave…
suave brisa.

Pequeño, exiguo pozo de deseos:
¿qué lo es todo y nada es?
Rota, confusa, ¡oh preciosa vorágine
de lamentos! Lava mis heridas,
sécalas al viento.


Una, dos, tres…
infinitas, testarudas olas
acarician lo que no tienen:
eterno abrazo, patria propia.
Dime, ¿confía el desierto más desierto
en la bondad de la tormenta?

Reloj apuñalado,
horas muertas.


Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados

jueves, 3 de noviembre de 2011

Cafés vieneses y cine

Este puente tuve la suerte de visitar vestigios del antiguo imperio austro-húngaro. Fui a Viena y, someramente, haré cinco recomendaciones: dos cafés y tres películas.

Inmerso en una ciudad para mi gusto demasiado "gloriosa", calles demasiado anchas, fachadas horriblemente pulcras y palacios a la vuelta de cada esquina (no os imagináis cómo añoraba Palermo mientras pateaba la ciudad), en dos ocasiones me sentí cálido. El Café Hawelka, punto literario de muebles cansados pero hogareños, me recibió con un gran chocolate caliente. En cuanto al otro, algo más refinado, el Café Central, ambientado con pianista, se encuentra rodeado de columnas de estilo sencillo y arquitectura que invita a soñar.

La verdad es que, ante tanto deslumbre y derroche arquitectónico, me dio un empacho, por lo que tuve que refugiarme en películas. Casi preceptivamente deberías ver las que a continuación os propongo. Tienen en común que muestran los distintos tipos de vida, culturas y gentes de cada país. ¿Acaso no es uno de los mejores métodos para viajar?

- Estación Central de Brasil: impresionante road movie en la que, con una actuación estelar, los originales protagonistas nos muestran una historia "molto carina".
- El cartero (y Pablo Neruda): si la correlación de la anterior, un niño chico y una solterona entrada en años era llamativa, esta lo es casi aún más pues se desarrolla a través de la relación entablada entre el poeta Pablo Neruda y un humilde cartero que le lleva la correspondencia a su casa en una isla durante el exilio.
- Tsotsi: muy buenísimo film sudafricano en el que el joven actor encarna a la perfección a quien representa hasta dar la impresión de que hace de él mismo. Dura y real.

Con esto, prosigo en mis estudios. ¡A más ver!

El viaje íntimo de la locura