A mi amigo Gabriel,
que sabía que la poesía es un piano,
pero ignoraba la tristeza de los mancos.
Es una sombra, solo una sombra.
Negra esclava que me acompaña, siempre.
Una extraña a popa.
Peculiar ente, atado a suelas, indiferente a lo existente.
Mírola, mírame. ¿Quién eres?
Me desconcierta su tez pigmentada con toda la gama gris.
Destilas soledad, soledad honda.
En recovecos de estriadas piedras te cobijas para huir,
camuflada con sombrero en umbral ensombrecido rogando dispensa para morir.
Mas la sombra no halla escondite, siendo yo el dictador de sus tiempos existenciales.
Esposada a mis pies, condenada a vagar por melancólicas calles.
Una sombra solo, solo una sombra.
Arresto eterno. Cólico de destierro.
Descóseme ya y deja que pulule libre.
Firmado, la sombra del hombre
Nítsuga Sotso Anibor
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