Bicolor filme sueco de 1957 en el que el caballero sir Antonious Block mantiene una partida de ajedrez con la muerte. La recomiendo encarecidamente a toda persona que tenga un mínimo de inquietud existencialista. Diálogo maestro en el que nuestro caballero se confiesa ante un hombre con aspecto de clérigo que resulta ser la propia muerte disfrazada:
— Quiero confesarme y no sé qué decir. Mi corazón está vacío. El vacío es como un espejo delante de mi rostro. Me veo a mí mismo y, al contemplarlo, siento un profundo desprecio de mi ser. Por mi indiferencia hacia los hombres y las cosas me he alejado de la sociedad en que viví. Ahora habito un mundo de fantasmas. Prisionero de fantasías y ensueños.
— Y, a pesar de todo, no quieres morir.
— Sí, sí quiero.
— Entonces, ¿a qué esperas?
— Deseo saber qué hay después.
— Buscas garantías.
— Llámalo como quieras. ¿Por qué la cruel imposibilidad de alcanzar a Dios con nuestros sentidos? ¿Por qué se nos esconde en una oscura nebulosa de promesas que no hemos oído y milagros que no hemos visto? Si desconfiamos una y otra vez de nosotros mismos, ¿cómo vamos a fiarnos de los creyentes? ¿Qué va a ser de los que queremos creer y no podemos? ¿Por qué no logro matar a Dios en mí? ¿Por qué sigue habitando en mi ser? ¿Por qué me acompaña humilde y sufrido, a pesar de mis maldiciones que pretenden eliminarlo de mi corazón? ¿Por qué sigue siendo una realidad que se burla de mí y de la que no me puedo librar? ¿Me oyes?
— Te oigo.
— Yo quiero entender, no creer. No debemos afirmar lo que no se logra demostrar. Quiero que Dios me tienda su mano, vuelva su rostro hacia mí y me hable.
— Él no habla.
— Clamo a él en las tinieblas y nadie contesta a mis clamores.
— Tal vez no haya nadie.
— Pero entonces la vida perdería todo su sentido. Nadie puede vivir mirando a la muerte y sabiendo que camina hacia la nada.
— La mayoría de los hombres no piensa en la muerte ni en la nada.
— Un día, llegan al borde de la vida y deben enfrentarse a las tinieblas.
— Sí, y cuando llegan...
— Calla, sé lo que vas a decir, que el miedo nos hace crear una imagen salvadora y esa imagen es lo que llamamos Dios.
— ¿Te estás preocupando?
— Hoy ha venido a buscarme la muerte, estamos jugando una partida de ajedrez, es una prórroga que me da la oportunidad de hacer algo importante.
— ¿Qué piensas hacer?
— He gastado mi vida en diversiones, viajes, charlas sin sentido. Mi vida ha sido un continuo absurdo. Creo que me arrepiento, ¡fui un necio! En esta hora siento amargura por el tiempo perdido, aunque sé que la vida de casi todos los hombres corren por los mismos cauces. Por eso quiero emplear esta prórroga en una acción única que me dé la paz.
— Por eso juegas al ajedrez con la muerte.
— Emplea una táctica muy hábil pero todavía no he perdido ni una sola de mis piezas.
— ¿Y supones que podrás engañar a la muerte con tu juego?
— Gracias a una combinación de alfiles y caballos que aún no me ha descubierto. Una jugada más y le arrebataré la reina.
— Lo tendré en cuenta.
— Me has traicionado, tratas de engañarme pero cuando nos enfrentemos de nuevo yo encontraré una salida.
— Quiero confesarme y no sé qué decir. Mi corazón está vacío. El vacío es como un espejo delante de mi rostro. Me veo a mí mismo y, al contemplarlo, siento un profundo desprecio de mi ser. Por mi indiferencia hacia los hombres y las cosas me he alejado de la sociedad en que viví. Ahora habito un mundo de fantasmas. Prisionero de fantasías y ensueños.
— Y, a pesar de todo, no quieres morir.
— Sí, sí quiero.
— Entonces, ¿a qué esperas?
— Deseo saber qué hay después.
— Buscas garantías.
— Llámalo como quieras. ¿Por qué la cruel imposibilidad de alcanzar a Dios con nuestros sentidos? ¿Por qué se nos esconde en una oscura nebulosa de promesas que no hemos oído y milagros que no hemos visto? Si desconfiamos una y otra vez de nosotros mismos, ¿cómo vamos a fiarnos de los creyentes? ¿Qué va a ser de los que queremos creer y no podemos? ¿Por qué no logro matar a Dios en mí? ¿Por qué sigue habitando en mi ser? ¿Por qué me acompaña humilde y sufrido, a pesar de mis maldiciones que pretenden eliminarlo de mi corazón? ¿Por qué sigue siendo una realidad que se burla de mí y de la que no me puedo librar? ¿Me oyes?
— Te oigo.
— Yo quiero entender, no creer. No debemos afirmar lo que no se logra demostrar. Quiero que Dios me tienda su mano, vuelva su rostro hacia mí y me hable.
— Él no habla.
— Clamo a él en las tinieblas y nadie contesta a mis clamores.
— Tal vez no haya nadie.
— Pero entonces la vida perdería todo su sentido. Nadie puede vivir mirando a la muerte y sabiendo que camina hacia la nada.
— La mayoría de los hombres no piensa en la muerte ni en la nada.
— Un día, llegan al borde de la vida y deben enfrentarse a las tinieblas.
— Sí, y cuando llegan...
— Calla, sé lo que vas a decir, que el miedo nos hace crear una imagen salvadora y esa imagen es lo que llamamos Dios.
— ¿Te estás preocupando?
— Hoy ha venido a buscarme la muerte, estamos jugando una partida de ajedrez, es una prórroga que me da la oportunidad de hacer algo importante.
— ¿Qué piensas hacer?
— He gastado mi vida en diversiones, viajes, charlas sin sentido. Mi vida ha sido un continuo absurdo. Creo que me arrepiento, ¡fui un necio! En esta hora siento amargura por el tiempo perdido, aunque sé que la vida de casi todos los hombres corren por los mismos cauces. Por eso quiero emplear esta prórroga en una acción única que me dé la paz.
— Por eso juegas al ajedrez con la muerte.
— Emplea una táctica muy hábil pero todavía no he perdido ni una sola de mis piezas.
— ¿Y supones que podrás engañar a la muerte con tu juego?
— Gracias a una combinación de alfiles y caballos que aún no me ha descubierto. Una jugada más y le arrebataré la reina.
— Lo tendré en cuenta.
— Me has traicionado, tratas de engañarme pero cuando nos enfrentemos de nuevo yo encontraré una salida.
El séptimo sello
Lástima, pues no habrá segunda vez...
ResponderEliminarEs una buena recomendación, Agustín. Eso sí, aquello es piano-piano. Para ver duchado y afeitado.
ResponderEliminar"Creo que me arrepiento, ¡fui un necio!", en mi caso sólo habría que pasar a tiempo presente.
Saludos.
Con mucha calma hay que verlo, sí. No es para ver con prisas ya que te de desasogiega el sosiego. Pienso que en el momento en el que empecemos a percatarnos de la necedad que acostumbramos a profesar día tras días, empezaremos a vivir de verdad.
ResponderEliminarUn saludo
Peliculón sin límites. A mí no me resulta lenta, todos esos diálogos son tan deslumbrantes...se me había pasado esta gran entrada, que mal. Muy buena.
ResponderEliminarUn saludo :)
No importa el cuándo sino el cómo.
ResponderEliminarLa verdad es que peliculones como este deberíamos tenerlo enmarcados en el salón.
Un saludo Explorador