Ya hizo la escarcha de las suyas
congelando el rocío que toda flor
llora por el pasado.
Muy alto vuela
hacia el Campo de Marte
cada beso muerto y no dado;
amigo, la eternidad no espera,
rugir el tren solía y
recelosa la vida de los enamorados.
Ya hizo la lluvia de las suyas
mojando la sombra que la edad
proyecta hacia cipreses campos.
Lejos quedan
las sonrisas, la familia: lo heredado.
Normal que la tierra titirite
si desde cada marcha
no ha escampado; igual que una gota
busca a su madre nube, grito yo
por encontrarme en mi garganta
pues es triste ver cómo
todo buen padre de familia —no muy torpe,
tampoco avezado—
procura distraerse con diligencia.
Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados
Un destino escrito, ¿verdad? Qué será de los besos no dados, Agustín. Lejos queda todo, a veces, hasta las flores de primavera que lloran el pasado. Como nosotros.
ResponderEliminarUn abrazo, poeta.
Tienes razon la eternidad no espera. Nada espera. Pero ten cuidado con todos esos besos no dados y los recibidos, que al final acabaran pasando factura, y la nube estara ya muy lejos ;)
ResponderEliminarSaludos