Bajó la persiana el cielo
y azul, ¡tan azul!,
dejó en el mar su beso.
Como abraza la nieve
al agua,
derritiéndose en sus huesos,
llegó a mi ventana el alba
con peineta larga de luceros.
Sopló embravecido el viento
de secretos esparcidos
y guiñando el ojo
al sol de invierno
se recostó en su retiro
por los campos.
¡Y no fueron dos,
sino mil los años! Que
croaron las montañas
a la tierra adormecida.
Serán las flores amarillas…
quizás el tiempo, o a lo mejor el llanto,
los que nos lleven de la mano
a la charca nuestra que es la vida.
Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados
Vaya, Mr. Nítsuga Sotso Anibor, me ha emocionado usted. Será que está vez he podido, feliz, seguirle la pista. No perderme en los sendros de los versos. Sotso, aquí te has ido a algo eterno, se huele, se intuye. Amarillas, el tiempo y el llanto. Y la edad geológica, que es invisible.
ResponderEliminarMe alehro de que hayas sabido sacar de entre líneas el puño ardiente de la verdad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un poema dibujado en versos, melodiosos versos que colorean las metáforas y los sueños...
ResponderEliminarMe ha encantado leerlo, lo disfruté mucho y más aún, acompasado por tan bella y relajante melodía de fondo...
Un gusto visitar tu espacio
Saludos!
Que grande es Robe...me encanta
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