lunes, 3 de octubre de 2011

Noctívagos son los que a deshora vagan

Ir y venir de los días
que las tardes, cárdenas, despiden;
arrullar del recuerdo al oído,
admitir que el pasado nos persigue.

No pocos cambia la noche pensamientos
como de amor corazones se desvisten;
tanto distan razones de latidos
que incluso mares sabrán hundirse.

De súbito, como se apaga la vida,
los sentires ya son vueltos;
vivo fuego que junglas desafía
dicta pasos que no son nuestros.


¿También tú, Bruto,
conspiras en mi aliento?
Pues sí fue el aire
la causa de iracundos vientos.

Háblame, níveo albor,
del por qué, por qué candentes besos.

Tú, astuta náyade,
limas las horas del sendero.


Que son, que serán, a más ver,
la espera que me espera;
igual que al hombre se cosen
los charcos a sus huellas.


Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservado


3 comentarios:

  1. Qué misterioso final... Y que placer, de lenguaje retorcido como si fuera alambre y pasados que persiguen a los poetas que buscan y anhelan.
    ¡Háblame!!!

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  2. Buf, es increíble.
    "Tanto distan razones de latidos
    que incluso mares sabrán hundirse."
    Me emociona :)

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  3. Yo os hablo o, quizás, no sea yo.
    Al final, todas las voces quiebran.

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