Dormía el capitán
ofendiendo a los muros de la noche galopante.
Su voz bermeja descansaba
por encima de las espigas noqueadas,
a la espera de ser remolcado por el viento.
Mecido en las estepas de su cuna,
espantando los sueños ocres del ayer,
de repente, se sonrió chupándose
el dedo gordo como un niño,
floreciendo el arrebol en los cielos,
dejando atrás la tormenta del camino.
Igual que se calan en días de lluvia
los espíritus, encalla el sosiego
del que en cada albor se siente renacer.
Quizás para el capitán
la furia del mar fuese necesaria
para no olvidar que hasta el arrecife más afónico
esconde algún coral.
Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados
Bonito homenaje, ése libro es impresionante. La tuya es una buena forma de empezar el año =)
ResponderEliminarufa, sé que parece que no leo lo que dejás, pero sí leo, sucede que comento poco y nada, pero pusiste a uno de mis preferidos y no me puedo quedar callada!
ResponderEliminarHemingway es de amar, así, definitivamente