Secretos que verter
al pozo contaminado de mis ruinas
y, a lo lejos, un arcoíris nauseabundo.
Los árboles perdonan
al hacha, no a la mano
y, a lo lejos, trocó el cielo añil.
Qué vale más:
¿el amor o las ganas de no morir?
Dime, viejo druida.
Sí, al final siempre descienden
los deseos de la duda
y, cómo no, hay mares bajos en azúcar.
Uno, dos y hasta
tres cantos necesita
la montaña para abrirse.
No hubo quien sepa
el dolor del olvido eterno
ni la felicidad de rodar libre por el mundo.
Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados
Diciembre esconde hechiceros en los bosques
ResponderEliminarMe gustó, saludos
Joder, los tres últimos versos me han hecho saltar de entusiasmo. Son los que he comprendido mejor junto a la pregunta del amor y las ganas de no morir. Pero, si sigues vivo, en cualquier momento puede llegar, el doctor amor.
ResponderEliminarNo queriendo vivir en
Las ruinas de mi memoria.
Un abrazo.
Me alegro, compañero.
ResponderEliminarCiertamente yo solo quiero rodar, rodar y rodar... ¡hasta algún día dejar de hacerlo sabiendo que me he dejado la piel en el asfalto!